Estamos en recesión y eso es grave para que nuestro país progrese. Para salir de ella se necesita inversión pública y privada. Pero el Perú requiere salir de la pobreza en democracia. Por eso se tienen que tomar medidas en las que converjan la ética, la economía y la política. Porque nuestro país debe ser justo. Aquí van cuatro propuestas.
En primer lugar, necesitamos políticos que sean éticos y cuyo único deseo sea servir a los demás, buscando el bien común. Quienes gobiernan no deben mezclar “los negocios públicos con los privados”, como se decía en la antigua Roma. El Estado no puede ser un botín al servicio de unos cuantos sujetos y grupos de poder, tanto políticos como económicos, que lo único que buscan es enriquecerse a sus expensas. Por eso, mientras no pongamos a la ética –vale decir, a los valores– como la razón de ser de nuestros actos, no vamos a poder progresar y salir de la pobreza. Desde luego, para alcanzar esta meta debemos tomar medidas educativas, de seguridad ciudadana y judiciales ejemplares orientadas a terminar con la cleptoestructura que incluye a la cleptocracia. Necesitamos hacer una reforma profunda del Estado sobre la base de dos conceptos: el humanismo y la democracia. Un Estado humanista y democrático y no uno mercado-céntrico. Que realmente privilegie el principio de que el ser humano y su dignidad son el fin supremo de la sociedad.
Segundo, para combatir el hambre se debe impulsar la agricultura y la pesca. Tenemos que hacer una campaña y una estrategia político-económica que vaya en esa dirección. Poner fin a la indolencia y dejar de ser una sociedad adiafórica; es decir, indiferente al dolor de los demás, sobre todo al de los pobres y enfermos que tienen hambre, no tienen empleo, que están excluidos, marginados e invisibilizados en su tierra. Tenemos que construir una sociedad inclusiva. La lucha contra la corrupción, la pobreza y el hambre debe ser el primer deber moral de todos los peruanos de buena fe y que aman a la patria. Debemos anteponer la solidaridad al individualismo.
Tercero, con la finalidad de salir de la pobreza, además de la inversión pública y privada, debemos aplicar el programa Give Directly (dar directo), elaborado por Michael Faye. Este consiste en dar dinero a los más pobres. Es un programa exitoso de excelentes resultados en sociedades pobres donde se ha aplicado. Por ejemplo, en Namibia las cifras de desnutrición cayeron en picada del 42% al 10%, e igualmente sucedió con el abstencionismo escolar, que bajó en un 42%. En Malaui, la asistencia escolar aumentó en un 40%. Investigadores de la Universidad de Manchester resumieron en un estudio los beneficios de dar dinero gratis a los pobres. 1) Las familias dan buen uso a ese dinero. 2) Beneficios de larga duración en ingresos, salud e impuestos. 3) Estos programas son menos costosos que las alternativas. También la famosa revista médica “Lancet”, a partir de diversos estudios, llegó a la conclusión de que “cuando los pobres reciben dinero sin condiciones tienden a trabajar más”, todo lo contrario a los que creen que no es así.
Cuarto, además de comportamientos éticos y medidas económicas, es necesario empoderar al ciudadano. Ello significa crear instituciones políticas y afianzar otras. De esta manera nadie quedará excluido. Proponemos que, paralelamente a las elecciones, se incorpore el sorteo. Un ordenamiento constitucional que combine las elecciones, el sorteo, la deliberación y la rotación. Una nueva forma de hacer política democrática. Sobre el sorteo como medio para ampliar la base participativa ciudadana existen interesantes propuestas en Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, la Unión Europea, Canadá e Irlanda. Respecto a la implementación –o, si se quiere, el retorno al sorteo–, comenta el arqueólogo, filósofo y prestigioso autor teatral David van Reybrouck que es “un proceso expresamente neutral con el que es posible repartir de forma justa oportunidades políticas y evitar desacuerdos. Limita el riesgo de corrupción, rebaja la fiebre electoral e incrementa el interés por el bien común”.
Hay indignación en el Perú. No nos quedemos ahí. Arriesguemos para que predomine la ética en la política y en otros aspectos de nuestras vidas, para salir de la pobreza, dando dinero a los pobres sin condiciones, además de la inversión pública y privada e introduciendo el sorteo para empoderar a peruanas y peruanos.