La semana pasada presenté una evaluación de las campañas en pugna, precisando que dicho ejercicio es difícil, pues implica calificar las estrategias desde las limitaciones y posibilidades que enfrenta cada candidato. Así, consideré desastrosa la desordenada campaña de Castillo por ceder una gran ventaja en tres semanas. Y, aunque consideraba más ordenada y eficaz la de Fujimori, me parecía que distaba de ser buena. Si bien había logrado ganar indecisos con una estrategia de miedo al cambio y la improvisación, no enfrentaba una serie de resistencias democráticas a su candidatura y sus promesas redistributivas tampoco parecían suficientes para las demandas de cambio entre los más pobres. Su éxito no era tanto por virtud, sino por la fortuna de tener al frente un rival precario.
Las encuestas del IEP e Ipsos del domingo pasado, y ahora la de Datum, nos muestran un estancamiento en la campaña que confirma estas intuiciones sobre los límites de Fujimori. No me parece que esta situación sea por una mejor campaña de Castillo. Salvo presentar, finalmente, algunos técnicos, esta semana también ha sido mala para él: Bermejo y sus declaraciones autoritarias, y la facilidad e irresponsabilidad con la que atacó a periodistas son un ejemplo de ello. Su mayor reto es todavía ordenarse y responder a la fuerte campaña en su contra.
Entonces, si no es Castillo, sospecho que el estancamiento pasa por los límites del fujimorismo. Y pasa por reconocer, creo, que una mirada demasiado cerrada, endogámica, les ha dejado déficits difíciles de solucionar. Esa mirada no les permite comenzar a atacar problemas gruesos de la candidata, en concreto los democráticos y los de cambio para los más pobres. Me centro en los primeros. Desconozco si las promesas de bonos permitirán robar suficientes votos en los sectores D y E. Me parece que no, que esas demandas tienen otras reivindicaciones detrás, pero dejo la pregunta abierta.
En vez de intentar enfrentar sus cuestionamientos democráticos, Fujimori o no ha dicho nada o ha reforzado esos temores. Le habla a su tribuna, vuelve a ser la amiga de los empresarios, pero no le dice nada a los indecisos o a los que votan con desgano por Castillo. Su equipo técnico es ejemplo de esta mirada endogámica: refuerza el temor de los indecisos y le dice muy poco a los sectores que ella es la que debe ganar. ¿Francisco Tudela como carta democrática? Con tanto apoyo, dudo que solo eso pudieron encontrar.
Y es aquí donde las barras no ayudan, me parece. Diversos voceros que simpatizan con esa candidatura señalan que una propuesta autoritaria y antipluralista como la de Cerrón debería producir más miedo. La lectura de un sector de indecisos parece ser que, más allá de lo que diga su plan de gobierno, Castillo tendrá a un Congreso en contra, con una bancada bastante macartista, lista para hacerle la vida imposible, y que empresas y medios lo tendrán más vigilado. Mientras tanto, a Fujimori la han abrazado rápido, dejando dudas sobre si la fiscalizarán cuando tenga poder.
Estos voceros dirán que el cálculo es errado, que el peligro, en todo caso, es mayor al otro lado. Pero, finalmente, lo que piensen no importa. Lo que importa son los votantes y sus percepciones. Y hoy una buena parte de votantes ve al fujimorismo como un peligro autoritario. El fujimorismo, arropado por el aplauso de sus parciales de antaño y de último minuto, no ha hecho nada para enfrentar ese enorme anti y dar garantías concretas. No quiere decir que le resulte, pero ni siquiera lo ha intentado. Anticomunismo no es democracia, como nos enseña Mario Vargas Llosa en “Tiempos recios”.
Veremos qué más trae la campaña. Pero si los números de mañana muestran la misma diferencia, entraremos nosotros en tiempos recios, en los que necesitaremos mucha altura tanto de los candidatos en pugna como de la sociedad, para comenzar a pensar en el día después de la elección y el próximo 28 de julio. Un primer acto democrático por parte de Fujimori sería reconocer que sus problemas pasan por ella y sus parciales, y buscar solucionarlos, no encontrar culpables en otros lados y embestir contra ellos.
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