María Cecilia  Villegas

En los últimos años los peruanos hemos impulsado la destrucción del sistema político y el debilitamiento de la autoridad del , mientras que, desde el lado económico, hemos logrado ser el país de Latinoamérica que mejor desempeño ha tenido. Difícil explicar cómo hemos logrado sostener la economía, a través de islas de excelencia como el BCR y el MEF, y no hemos logrado trasladar esta excelencia a otros sectores del Estado.

Los beneficios que el crecimiento económico ha traído a los peruanos son innegables. Y si bien estos beneficios son mayores en algunos segmentos, la gran mayoría de peruanos está hoy mejor que hace 30 años. Basta con mirar las cifras a nivel regional para entender el impacto positivo que se ha generado. Iván Alonso, en un artículo reciente, explicaba cómo el ingreso per cápita en Apurímac se cuadruplicó entre el 2007 y el 2021, al pasar de S/4.200 a S/15.300 al año. Sin embargo, queda muchísimo por hacer. Solo el 15% de las viviendas tiene techo de concreto y el 20% de las viviendas tiene paredes exteriores de ladrillos. Solo el 39% de la población consume agua potable por red pública y el 60% tiene acceso a alcantarillado.

El no es algo que ocurre de un día para el otro; de hecho, lograr el desarrollo toma décadas. Acemoglu y Robinson señalan en su libro “El pasillo estrecho” que hay tres cosas que tienen en común los países que logran llegar al desarrollo: la presencia del Estado, el crecimiento económico inclusivo y la defensa irrestricta de la libertad.

En el caso peruano, la inexistencia de Estado, entendida como la falta de capacidad para resolver las necesidades básicas de sus ciudadanos, hacer cumplir la ley, garantizar la administración de justicia, el respeto por los contratos y el ejercicio del monopolio de la legítima violencia garantizando que los ciudadanos puedan vivir en paz y resolver sus conflictos dentro del marco de la ley es una barrera para lograr el desarrollo.

En el , el mismo Estado reconoce la violencia como mecanismo de negociación en el que se reparten prebendas al mejor postor y aquellos que quieren operar dentro del sistema son presionados constantemente por regulaciones sin sentido que encarecen operar en la formalidad. Las reglas en el Perú están hechas para empujar a los peruanos hacia la informalidad y la corrupción. Lo que hace que el crecimiento económico no sea inclusivo.

Esta falta de Estado y de representación política real hace que muchos peruanos cuestionen el sistema, el modelo económico y el rol que los empresarios tienen en un país, pese a que los beneficios son tangibles. Al no reconocer que las poblaciones que no se sienten incluidas tienen demandas legítimas estamos alimentando la narrativa de la izquierda peruana que impulsa la lucha de clases, la violencia y una asamblea constituyente como solución a todos los problemas del país. La narrativa de odio de la izquierda es tan dañina como la ceguera de la derecha. Con la diferencia que la izquierda en el Perú ha sido exitosa en imponer su narrativa y la derecha ha sido incapaz de lograr representación entre las poblaciones que se sienten excluidas.

El Perú es un país de empresarios luchadores y orgullosos creadores de riqueza y bienestar. Y es que no hay nada más social que la creación de puestos de trabajo, formales, dignos, que le permiten a una familia lograr cumplir sus sueños. La gran mayoría de peruanos no quiere violencia; quiere tener la posibilidad de desarrollarse, de salir adelante y de lograr un futuro para sus familias.

Hay un punto medio en el que los peruanos debemos encontrarnos. Avanzar como país implica reconocer que, si bien ha existido crecimiento económico, aún nos falta desarrollo. Para quienes no se sienten incluidos en el sistema, sostener que la responsabilidad es de las autoridades elegidas no es suficiente. Mostrarles números tampoco. Porque la realidad es que la mayoría de los peruanos aún vive en vulnerabilidad.

La defensa irrestricta de la libertad implica defender la nuestra y la de todos los demás. Por eso, el mercantilismo es incompatible con la libertad económica, porque implica el beneficio de unos en desmedro de todos los demás.

Maria Cecilia Villegas es CEO de Capitalismo Consciente Perú

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