Nos conocimos hace más de medio siglo, ya sabía de él por el sentir de sus estudiantes y colegas. Al hablar coincidimos en nuestro interés por los estudios de antropología e historia, y pude captar la calidad de su persona y de su trabajo. Fue una amistad inmediata, que compartimos con Yemira, su esposa, que lo sostenía con amor y ponía orden a sus afanes académicos.
Mis visitas al Cusco tuvieron desde entonces una parada obligatoria en su hogar, que renovaba y acrecentaba nuestra amistad. Además, nunca dejamos de intercambiar proyectos, publicaciones y planes de investigación, que siempre fueron recibidos con aprecio y una cuota de buen humor.
Su capacidad docente y prestigio académico lo hicieron ocupar importantes cargos en la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco, y recibir distinciones en el Perú y en el extranjero. Y aunque no era una persona a la que le gustase ausentarse de su ciudad, no dejó de salir al exterior. Sé que viajó por cortos períodos a México, Suiza y Alemania, y creo recordar que en no menos de tres oportunidades visitó Estados Unidos, donde los colegas lo recibieron con especial interés. Pasó un buen tiempo (1968) en la Universidad de Cornell invitado por John Murra. Más tarde viajó a California, a la Universidad de Berkeley, donde debió colaborar con John H. Rowe, y hay una fotografía suya muy visible en el Museo del Indio Americano, frente al Capitolio, en Washington D.C., producto de una tercera visita. También fue parte de la delegación peruana que llevó a cabo un fantástico viaje a Japón, invitados por el Museo Etnológico Nacional de Osaka, donde fuimos recibidos por el colega Hiroyasu Tomoeda, especialista en el Área Andina, que nos colmó de atenciones. Flores Ochoa y Tomoeda son coeditores de un volumen dedicado a la antropología de la ciudad del Cusco, publicado por el Ministerio de Educación de Japón y el Centro de Estudios Andinos Cusco-CEAC.
Me costaría mucho trabajo elegir entre su bibliografía un libro de mi preferencia, cada escrito suyo envuelve un tema desde muchos ángulos, y está redactado con la maestría de quien conoce lo que busca el lector más exigente. Forzado a hacerlo me detendría a leer por enésima vez sus libros sobre pastores, para acercarme a un mundo ajeno a mi experiencia, narrado como quien te descubre un tesoro. Además, sus escritos muestran a un trabajador de campo y de gabinete, tan compenetrado con su investigación, que es imposible dejar de leerlo. Ha tratado multitud de temas antropológicos e históricos: ciudades y aldeas, keros y pastores, fiestas y tradiciones, etc. Todos ellos reciben el tratamiento de quien conoce a las personas que compartieron con Jorge lo que habían vivido, con la felicidad de hacerlo en su propio idioma y con la seguridad de entregar su saber para que llegue al mundo como regalo precioso.
Fue un excelente representante de la universidad cusqueña. Casa de estudios que ha dado mucho a las ciencias sociales del país y seguirá haciéndolo si se le entrega el apoyo que necesita por la enorme responsabilidad de ser foco intelectual de la antigua capital del imperio de los incas.
Flores Ochoa siempre se identificó con esta escuela de conocimientos, y sus escritos expresan la voluntad de enseñar como docente y desarrollar las investigaciones que prestigiasen a su centro académico. Lo mismo puede decirse de Cusco, ciudad a la que representó con su conocimiento y cariño, tal como lo muestra el texto que escribiera algunos años atrás y que citamos a continuación: “Se atribuye al Inca Pachacuti la remodelación urbana del Cusco. Con sus propias manos, utilizando arcilla, hizo la maqueta de la nueva ciudad que se proponía construir en reemplazo de la que encontró. Es posiblemente la primera ciudad de América que se construyó siguiendo un plan previamente elaborado. De acuerdo a Garcilaso, el Cusco era la descripción de todo el imperio. La síntesis que expresa la frase del Inca, es que en el trazo de la ciudad estaban vigentes los principios de dualidad y oposición, que rigen la organización del espacio y la estructura de la sociedad de los Andes centrales. Todo el universo natural y social que rige la división que existe entre arriba y abajo, así como centro masculino y femenino, incluso el tiempo tiene estas connotaciones. La ciudad sagrada y capital del imperio ‘de las cuatro partes del mundo’, estuvo planeada y realizada siguiendo estos principios”.
No hay forma de lamentar pérdidas irreparables como la de Jorge Flores Ochoa, queda el reto a las generaciones de estudiantes que escucharon sus clases y a los profesores que se formaron a su lado. El vacío que deja, en época de aflicciones, nos dice que tenemos una pena más que lamentar.