"Para ejercer su poder, el partido necesita fortalecerse y engrosar sus filas"  (Foto: Difusión).
"Para ejercer su poder, el partido necesita fortalecerse y engrosar sus filas" (Foto: Difusión).
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María Cecilia  Villegas

En el Congreso de la República, la oposición no ha logrado aún articularse ni trazar una estrategia. No tienen claro qué es lo que van a defender ni cómo lo harán. En realidad, ni siquiera han logrado medir al adversario, porque no entienden cómo piensa ni cómo actúa. Mientras tanto, el partido avanza.

Para el marxismo-leninismo, el individuo no importa. Por ello, la destrucción de instituciones, como la Iglesia y la familia, son una necesidad. Toda persona es un fusible. O, como en tiempos de Abimael, carne de cañón. Una vida no importa. El partido es el centro, el núcleo de la revolución. Es por eso que sostiene que “cualquier disidencia dentro del gobierno o del Partido es una traición”.

Los enemigos del marxismo-leninismo son las democracias liberales y el capitalismo. Para poder destruirlos, deben llegar al poder en nombre del pueblo (o lo que a inicios del siglo XX llamaban el proletariado). Desde el poder, el partido debe encargarse de controlar la economía, los medios de producción, el aparato represivo (rondas campesinas y urbanas, policía, fuerzas armadas, fiscalía, Poder Judicial), las herramientas necesarias para destruir a la burguesía. En el discurso de , la burguesía son los empresarios, los ricos y, desde estas elecciones, los limeños centralistas. El partido, en la lógica marxista-leninista, necesita enemigos del “pueblo”. Solo en base a enemigos –reales, construidos o exagerados– el partido puede generar un enfrentamiento para “agudizar las contradicciones”. Por eso, Perú Libre se esmera en insistir que la lucha es de pobres contra ricos, del campesino contra la gran minera, del empleado contra la transnacional. El calendario anuncia que estamos en el siglo XXI, pero el partido está anclado en una doctrina vinculada a los inicios del siglo pasado, que fracasó generando pobreza, violencia y cientos de miles de muertos.

El partido ha echado a andar su plan desde el día que llegó al poder. Primero, inició el fortalecimiento de las rondas campesinas, la creación de rondas urbanas y el control de la policía, un arma utilizada por el comunismo para instaurar el control y la limitación de las libertades. Segundo, está recolectando firmas en cada rincón del país para lograr convocar a una asamblea constituyente.

Para ejercer su poder, el partido necesita fortalecerse y engrosar sus filas. Necesita capturar jóvenes para venderles sueños de revolución y, en un país de pobreza y desamparo, ofrecerles una falsa oportunidad de identidad, de ser alguien. De creerse el Che Guevara, el camarada Abimael o Edith Lagos. Por ello, para difundir el ideario de Perú Libre, el partido ya comenzó con las Escuelas de Juventudes del Perú. En estas escuelas se adoctrina a los jóvenes y recurren a los voceros y figuras importantes del partido, como Guillermo Bermejo o la madre de Vladimir Cerrón, quien se dirige a los incautos escuchas diciendo: “Un joven que no lee, se asustará cuando le dicen comunista”.

La captura de los jóvenes es un objetivo primordial para poder lograr fortalecer al partido. La izquierda siempre lo ha sabido. Por ese motivo, Sendero Luminoso tomó las universidades, desde Huamanga hasta San Marcos y La Cantuta, y se infiltraron en el magisterio. Querían imponer su ideología política y capturar las mentes de niños y jóvenes. Querían imponer la oscuridad del “pensamiento único” y una historia falsa del Perú.

Y mientras todo ello ocurre, los distintos grupos ciudadanos que se han formado para defender la Constitución y las libertades no se logran articular. La oposición en el Congreso mira, duda o se abstiene. Los líderes políticos no existen y el mercantilismo empresarial pacta. Mientras tanto, el partido avanza. Y el país marcha hacia el abismo.

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