Con bastante más holgura de la anticipada, el Gabinete Bellido recibió el voto de confianza por parte del Congreso el viernes pasado. Pero creo que, lejos de ser una muestra del poder del Gobierno, es solo una nueva variación de un equilibrio móvil, presente desde la elección de la Mesa Directiva en el Parlamento. Así como votaciones previas como aquella parecieron dar unidad o fortaleza a grupos en el Legislativo, esta vez el que emergió fortalecido fue Bellido (por unos pocos días).
De las decisiones relevantes que se vienen tomando en el Parlamento, como reflejo de la distribución de poder en su seno, queda clara la presencia de tres bandos muy definidos. El bloque oficialista, de aproximadamente 42 miembros (37 de Perú Libre y cinco de Juntos Por el Perú); el bloque opositor, con 43 congresistas (24 de Fuerza Popular, diez de Avanza País y nueve de Renovación Popular); y en el medio, pero no en el centro necesariamente, un grupo de bancadas que a veces vota con el primer bloque y a veces con el segundo, con sus casi 45 representantes.
El resultado de la votación del viernes, la de más alto perfil hasta ahora, parece haber envalentonado al Gobierno. Especialmente al propio Bellido, quien amenazó con hacer cuestión de confianza en caso presuman obstruccionismo por parte del Parlamento y descartó la posibilidad de cambios ministeriales que se presentaban como impostergables hace tan solo unos días.
Si bien el lunes pareció dar marcha atrás con el pedido de renuncia a Iber Maraví, igual aprovechó para sembrar incertidumbre (y acaso tirarle la pelota al fantasmal presidente Pedro Castillo) al no oficializar la salida del cada día más cuestionado titular del Ministerio de Trabajo.
Hay, más allá de lo ideológico, un fuerte componente regionalista que fortalece su posición, aunque es probable que también haya estado obnubilado por el triunfo reciente. Con Acción Popular y Alianza para el Progreso, Perú Libre comparte esa arista de la diversidad (no de género, claramente) subrayada por Verónika Mendoza: la representación regional.
A pesar de todo –y aun cuando Bellido se haya afirmado en la interna luego de estar a punto de salir del Gobierno, según más de una versión–, el bloque oficialista está tan lejos (o tan cerca) de ser dominante o hegemónico en el Parlamento como lo está el bloque opositor de tener la vacancia. El triunfo del viernes duró solo unos días: hasta el lunes, con el asunto Maraví, y ayer martes, con la denuncia de la congresista Chirinos (que deja al autor de la indefensible frase en una nueva situación de vulnerabilidad).
En un escenario con esta fluidez, cualquiera de los dos bloques antagónicos debería evitar mover las aguas, pero ambos parecen carecer del tacto político para navegar estas primeras semanas sin sobresaltos. El riesgo para el Ejecutivo es que viene acumulando derrotas autoinfligidas, además de otras en el terreno judicial, que le restan credibilidad frente a la opinión pública. Para el Legislativo, el riesgo es aparecer como obstruccionista. Como Fujimori a inicios de los 90 o Vizcarra de manera más reciente (entre otros), no faltarán motivos para enmarcar acciones del Parlamento como cabes políticos.
En gran medida, la fluidez es resultado de algo que también han señalado Mirko Lauer y Martín Tanaka: las bancadas al medio carecen de vocación de centro y se guían por cierto caudillismo o por una lectura no siempre acertada de la opinión pública. Dentro del juego político hay amplio espacio para el movimiento impulsivo, y es muy probable que entre el control político a los ministros y el anunciado pedido de delegación de facultades legislativas se configure un nuevo equilibrio. Y que, con un fuerte soplo, se forme una super-mayoría capaz de reemplazar a los seis miembros del Tribunal Constitucional, o que un audio, un video o un parte policial sea considerado suficiente pretexto para vacar al presidente.
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