Las palabras ‘traición’ o ‘traidores’ están emanando con demasiada facilidad de Palacio de Gobierno.
Un antecedente es el señalamiento de “funcionarios que amen a la patria” expresado por Dina Boluarte cuando el anterior directorio de Petro-Perú renunció tras comprobar que el Ejecutivo decidió tirar la papa caliente al siguiente gobierno, sin hacer lo único que técnicamente toca: reestructurar la empresa de verdad, en pos de inversión privada en el menor tiempo posible.
Si nos guiáramos por lo que la presidenta piensa o por lo que le aconsejan, deberíamos concluir que, efectivamente, hay pocos técnicos que quieren al país porque, hasta la fecha, la petrolera sigue descabezada.
Y ahora resulta que el señor Fredy Hinojosa, paporretero oficial de Palacio, califica como “traidores a la patria” a quienes protesten durante la realización del próximo APEC.
Es entendible que para un gobierno cuya entrega formal de posta es julio del 2026, pero que, por su enorme precariedad política, quizás no llegue a la fecha (a tal punto de que el prófugo Vladimir Cerrón ya vaticinó que la caducidad del mandato será entre abril y julio del 2025), tanto el evento del APEC como el puerto de Chancay, y con suerte la “inauguración” del aeropuerto Jorge Chávez, sean hitos por los que vale “morir matando”, tomando en cuenta que serán sus únicos legados.
No obstante, también es su obligación empatizar con la realidad que sufren millones de peruanos como consecuencia de una criminalidad desbordada.
Desde ese punto de vista, y con un régimen que no supera el 5% de aceptación, termina generando total indignación la descalificación que Palacio profiere contra los que levantan la voz al sufrir su ineptitud, mediocridad y frivolidad.
Personas del entorno íntimo de la presidenta, o la quieren poco o no la quieren, recomendándole atizar más la hoguera del rechazo. Si bien el régimen sobrevive en un clima de crisis, comunicacionalmente no puede ser el propio gobierno el que lo potencie.
Los calificativos recientes de Hinojosa o la actitud beligerante de Boluarte en su último contacto con los periodistas revelan mucha angustia, un profundo distanciamiento de la realidad y una errónea atribución de la principal causa de su descalabro al rol crítico que cumplen los medios de comunicación, dado que la oposición política, hoy en día y para todo efecto práctico, no existe en el país.
Sana recomendación: ubicaína forte compuesta y un poco de empatía con la población.
De nada, presidenta.