Desde hace meses, todas las encuestadoras venían encontrando que la aprobación de la presidenta Dina Boluarte rondaba entre el 5% y el 7%. Cuando parecía que más abajo no podía caer, Ipsos da cuenta de que ahora es del 4%. Su jefe del Gabinete, Gustavo Adrianzén, y su ministro favorito, Juan José Santiváñez, la acompañan con el 6% y el 7%, respectivamente. Hay demasiados temas que explican la abultada factura, pero, sin duda, la incapacidad para enfrentar la extorsión y el sicariato contribuye a un 4% nunca antes visto en el país.
¡Y siguen en lo suyo! El ministro del Interior, cuyo aprecio por la verdad no es una virtud que lo adorne, anunció con redoble de tambores: “Es para mí sumamente importante informarle a todo el Perú que la PNP acaba de capturar a Iván Quispe Palomino, segundo mando del antes llamado Sendero Luminoso”.
No pasó mucho rato y se supo por versiones concurrentes de quienes conocen bien el tema que el hermano Iván no figura en el organigrama de la Dircote, que no había recompensa por su captura, que abandonó a su hermano José hace décadas y que, se dice, pasó a ser colaborador de la policía.
Les aseguro que no ha habido ningún ministro del Interior que no haya sabido quiénes eran los líderes de esa organización terrorista. Ergo, o el actual mintió para asociarse al “éxito policial”, o estaba totalmente desinformado.
Por su lado, el jefe del Gabinete tiene respuestas realmente desconcertantes sobre lo que está ocurriendo en el estado de emergencia. Sostiene así: “No dejamos de creer que los resultados son buenos, pero no son los mejores ni los esperados”.
¿Qué quiso decir? Si le sumamos que anunció que el Gobierno piensa ampliarlo a otros distritos –o sea, aumentar aún más la población “beneficiada” con los mismos recursos disponibles–, lo que hace es prometer resultados que no serán los mejores ni los esperables. Al día siguiente, para mayor desconcierto, agregó, cuando ya se sabía quién no era Iván, que su caída era una demostración más del éxito de esa medida.
Quizá se dio cuenta de sus dislates y, buscando apoyo popular, anunció que también evalúan que sean las Fuerzas Armadas las que asuman la responsabilidad de los estados de emergencia.
Creo que al final no lo van a hacer, pero vale la pena explicar por qué sería contraproducente. Uno: las Fuerzas Armadas no están formadas ni capacitadas para esa labor. Dos: más allá de una presencia casi simbólica, carecen de efectivos para impactar en las calles. Tres: comprensiblemente no querrán hacerse cargo de lo que sería un fracaso anunciado. Cuatro: sería una afrenta a una PNP que, con todos sus problemas, la necesitamos con una moral alta para enfrentar lo que viene.
Terminemos con una escena de cruel figuretismo con el dolor ajeno. Luego del asesinato por parte de sicarios de un profesor en su colegio y frente a sus alumnos en un Ate en emergencia, llegó al lugar el ministro de Educación, Morgan Quero. En vez de acompañar el duelo de las víctimas con discreción y privacidad, buscó las cámaras y pidió que lo acompañasen haciendo desubicadas hurras por la víctima. Además, típico de este gobierno, huyó hacia adelante y anunció que a partir de ahora habrá seguridad en ese colegio. Aun si cumpliese, ¿puede asegurar que habrá policías en los miles de colegios de los 14 distritos en emergencia? Solo en San Juan de Lurigancho hay casi 2.000 colegios entre privados y públicos.
La presidenta y estos tres ministros no hacen sino echar leña al fuego a las protestas sociales contra la incompetencia al enfrentar el crimen; unas que se anuncian más fuertes para las próximas semanas.