Si alguien le planteara a la presidenta Dina Boluarte que puede permanecer en silencio hasta el 2026 y no pasa nada, estoy seguro de que firma sin pensarlo. La mandataria no da entrevistas y en sus escasas declaraciones públicas, se refiere a unos planes gaseosos y a la defensa acérrima de su hermano Nicanor Boluarte.
No es que sea partidario de tener a un presidente declarando todos los días. Para algo están los ministros y otros funcionarios políticos. Sin embargo, no puedo dejar de recordar a un político como el fallecido expresidente Alan García. Bastaban un par de frases para que, con astucia (y a veces veneno), se mueva la agenda pública en una dirección más conveniente a los intereses de su gobierno. Hoy no hay nadie en nuestro espectro político que siquiera se acerque a ese innegable talento del exmandatario aprista.
La vicepresidenta de Pedro Castillo ha decidido dejar el protagonismo político a otros actores, pues sus ‘talentos’ son limitados. En primer lugar, cedió el protagonismo a su exabogado y actual primer ministro Alberto Otárola. En principio, no hay nada raro ni malo en ello. Nuestra estructura política le da mucho poder y es válido que lo ejerza. El problema es que es extraño ver a una presidenta en rol de segundona o de actriz de reparto. No es algo a los que estemos acostumbrados, pero quién sabe si quizá ello no sea malo para los intereses del país.
En paralelo (o incluso antes), la también expresidenta del Club Departamental Apurímac le cedió protagonismo a su principal aliado político en el plan de completar el mandato hasta el 2026. Pese a su dispersión, el Congreso de la República es el que concentra mayor poder en el Perú. El Ejecutivo se hace de la vista gorda con casi todo lo que sale del Parlamento. El ejemplo más reciente es el no observar la norma que elimina las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO). No es que sea un tema prioritario en la agenda del Ejecutivo, pero bien pudo observarla y dejar que fuera el Congreso el que aprobara la ley por insistencia y asumiera solo los pasivos que se han advertido respecto a la norma. ¿Cómo seguirá está dinámica en el futuro? Dependerá de qué tan envalentonado esté el Congreso para aprobar normas populistas y contrarreformas en diversos sectores. Por ahora, no hay nada en el horizonte para pensar que habrá algún cambio en esa dinámica de destrucción e impunidad parlamentaria.
En las últimas semanas, quien ha adquirido más protagonismo es el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga. Los vacíos siempre son llenados y el que dejó el Congreso tras el fin de la legislatura (y el que permanentemente deja el Ejecutivo por su precariedad) ha sido aprovechado por el alcalde, y también por sus detractores. Cualquier situación que desvíe la atención de Palacio de Gobierno en otra dirección es una oportunidad que debe ser aprovechada, incluso si con esta se evidencia que los roles protagónicos de nuestra política están en otra parte de la Plaza de Armas o a unas cuadras en la avenida Abancay.
Pese a todo, nuestra primera actriz de reparto de la nación tiene la posibilidad de refrescar en algo su Gabinete y mejorar en algo la baja percepción que se tiene sobre este. El runrún tiene semanas y la cosa no da para mucho más. Ojalá pueda encontrar buenos cuadros y que tengamos noticias de ello pronto.
Termino condenando la ocurrido el sábado en Ayacucho. No es posible que la figura presidencial esté expuesta de ese modo y que no haya consecuencias.