El deporte peruano no ha hecho más que regalarnos alegrías en los últimos meses con clasificaciones y premios en distintas disciplinas. Podría nombrar varias. Hace un par de semanas hemos seguido haciendo noticia. La prestigiosa revista “Forbes” lanzó el ranking de las “50 mujeres más poderosas del Perú” en el que figuran nueve deportistas nacionales. Shoely Mego, Kimberly García, Gladys Tejeda, Pilar Jáuregui, Evelyn Inga, María Luisa Doig, Lucciana Pérez, Annia Cillóniz y Alison Reyes significan hoy, mundialmente, el emblema del deporte nacional. La aparición de sus nombres en las páginas internacionales representa un avance en el camino para darle visibilidad al rubro deportivo femenino que ya viene pidiendo a gritos ser escuchado; sin embargo, todavía queda mucho pan por rebanar.
El problema en la base de la pirámide es la enorme brecha salarial y la falta de inversión. En el Perú, la disciplina más practicada es el fútbol; indudablemente, por su mayor nivel de alcance y exposición. Pero esta diferencia se acentúa porque, por un lado, el campeonato masculino –a pesar de su mezquino rendimiento internacional a nivel de clubes– se encuentra posicionado dentro de la liga profesional; mientras que, por el otro, el campeonato femenino sigue siendo de categoría semiamateur. Esto último genera, precisamente, que las jugadoras no puedan cobrar un sueldo fijo y, con ello, no tengan acceso a indumentaria de calidad, transporte y entrada a torneos.
Luccina Aparicio, futbolista y periodista de ESPN, comentó para El Comercio que las ganancias de las futbolistas mujeres –y, ojo, solo los clubes Universitario de Deportes, Alianza Lima y Sporting Cristal pueden permitírselo porque brindan contratos profesionales– fluctúan entre los S/300 y S/400, a veces hasta los S/700, una cifra risible si consideramos que ni siquiera se acerca a la remuneración vital mínima; ello, sumado a que un gran porcentaje necesita, a su vez, trabajar, estudiar y dedicarse a labores del hogar y no puede comprometerse de lleno a seguir una carrera como atleta. Un estudio realizado por la Fundación Deporte en Igualdad (2022) encontró que, de una muestra de 137 futbolistas mujeres, 70% son menores de 25 años, 47% combinan el deporte con el trabajo y solo un 5% recibe más de S/950 como pago al mes. La disparidad es abismal. En contraparte, según estadísticas publicadas por este Diario, el campeonato masculino genera un promedio de pago mensual entre los S/16.000 y los S/32.000 por jugador. Impactante.
En el 2019, jugadoras del club Universitario de Deportes iniciaron el movimiento #QueremosSerVistas, como forma de protesta ante las malas administraciones de los torneos que las obligaban a jugar a escondidas, sin público, lo que originaba que cada vez menos gente se interesara por el fútbol femenino. Al movimiento rápidamente se sumaron jugadoras de otros equipos y, poco a poco, lograron alzar sus voces pidiendo un cambio. Residía entonces una nueva esperanza en los nuevos estatutos de la Conmebol, que, a partir de ese año, exigían que todos los equipos que presentaran un equipo masculino profesional presentaran también uno femenino. Sin embargo, la llegada de la pandemia significó un atraso tremendo para esta reforma.
El caso del vóley, otro de los deportes bandera en el país, se aleja un poco de esta dramática realidad. Si bien es cierto, la liga femenina gana en promedio algo más que la masculina, la brecha de sueldos es significativamente más corta, con una distancia de apenas S/2.000 (versus casi S/30.000 en el fútbol). El modelo peruano en esta disciplina es algo atípico en Latinoamérica, donde la versión masculina tiene ligas mucho más poderosas y mejor remuneradas, especialmente en Argentina y Brasil.
El argumento principal que sostiene, muchas veces, la inequidad salarial y la falta de apoyo se sustenta en la “calidad del espectáculo”. Históricamente, en el Perú y en el mundo, los deportes masculinos han tenido más peso, y esto puede explicarse también bajo una mirada sociológica en la que, antiguamente, siempre fueron practicados solo por hombres y reforzaban este rol de poder. Indudablemente, el factor ‘show’ atrae, pero, si no se abren las vitrinas para darle exposición a los equipos femeninos, ¿cómo podrán lograrlo? Hay un gran trabajo de fondo que escapa de nuestras manos, sí, pero podemos empezar también prendiendo el televisor, comprando esas entradas, asistiendo a los partidos. ¡Y no hablo solamente de fútbol!
Internacionalmente, ya se están poniendo sobre la mesa algunas reformas para equiparar la situación de hombres y mujeres en el deporte y hacerlo más inclusivo. Por ejemplo, en el tenis –mi campo de especialidad, como podrán saber si han leído mis columnas–, recientemente se aprobó que en el campeonato de Wimbledon, jugado en Inglaterra y conocido por los atuendos estrictamente blancos, ya se permita que las mujeres utilicen pantalonetas de color morado o verde (también colores oficiales del torneo), pues esto brinda seguridad en los días del período menstrual; o en el US Open, realizado en Estados Unidos, que este año celebra cinco décadas de pago equitativo en premios para categorías masculinas y femeninas.
Los mencionados anteriormente son solo ejemplos básicos de cómo se encuentra el panorama deportivo en el Perú. Muchas otras disciplinas con gran presencia peruana internacionalmente, como el surf, el atletismo, el tenis, el rally, etc., aún siguen luchando por abrirse el espacio y reconocimiento que merecen. Talento hay de sobra. Falta iniciativa, falta presupuesto, falta tocar un par de puertas hasta que sangren los nudillos. Ahora toca apoyarlas. Que los nombres de nuestras deportistas suenen hoy más fuerte que nunca.