Fueron presentados recientemente los resultados correspondientes al 2023 del caso peruano como parte del proyecto del Barómetro de las Américas, que proporciona información de 26 países de la región.
Estas encuestas suelen ubicar al Perú como uno de los países con menor legitimidad de sus instituciones democráticas, y esta vez llama la atención la profundidad de nuestro deterioro. El Perú es uno de los países con menor porcentaje de ciudadanos satisfechos con el funcionamiento de la democracia (solo por encima de Surinam y de Haití); con menor porcentaje de encuestados que creen que sus derechos básicos están protegidos (solo por encima de Trinidad y Tobago y Haití); y el país en el que más ciudadanos consideran que “más de la mitad o todos los políticos son corruptos”, por encima de Ecuador, Guatemala o Paraguay.
También somos el país con el nivel más bajo de confianza en las elecciones, solo por encima de Colombia. Todo esto hace que lleguemos al punto en el que somos el país en el que el menor porcentaje de entrevistados considera que vivimos en una democracia (53%, aun por debajo de Jamaica u Honduras).
Si miramos la evaluación del Gobierno y del Congreso, los resultados son terribles. Somos el país con menor porcentaje de confianza en la presidencia (por debajo incluso de Surinam y Haití); con el menor porcentaje de ciudadanos que confían en que el gobierno nacional “hace lo correcto” (por debajo de Paraguay y Ecuador); y, con mucha diferencia, el país en el que menos se confía en el Congreso de toda América Latina.
Al mismo tiempo, somos con diferencia el país en el que un mayor porcentaje de ciudadanos considera que “cuando el país enfrenta momentos muy difíciles se justifica que el presidente del país cierre el Congreso y gobierne sin Congreso”. Los malos resultados en la gestión gubernamental ciertamente influyen en estos resultados: somos el país que percibe en mayor proporción que la situación económica doméstica empeoró en los últimos 12 meses (solo por debajo de Argentina); y que tiene la mayor percepción de inseguridad en el barrio donde se vive (solo por debajo de Ecuador y de Bolivia).
Somos, además, el país con el menor porcentaje de confianza y de identificación con los partidos políticos de las Américas; con el menor nivel de confianza en los medios de comunicación (solo superados por Trinidad y Tobago). Tampoco tenemos confianza entre nosotros, apenas un 45% de los entrevistados considera que “la gente de su comunidad es muy o algo confiable”, un porcentaje solo por encima de Nicaragua y de Bolivia.
Algo importante que registrar es que la percepción general de la opinión pública está muy marcada por la evaluación de la gestión presidencial. Por el contrario, presidentes como Nayib Bukele en El Salvador o Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en México, que despiertan altos niveles de confianza, más allá de su desempeño específico, hacen que los niveles de satisfacción con la democracia sean también más altos. En otras palabras, las cosas pueden cambiar.