“Nada es más contrario a la democracia que el poder oculto. Nada es, por el contrario, más acorde con la naturaleza del poder mafioso que el obrar en secreto y con la máscara cubriéndole el rostro”, afirma el filósofo italiano Norberto Bobbio en un texto de 1989 escrito al cumplirse siete años del asesinato del prefecto antimafia Carlos Alberto Dalla Chiesa y su esposa en Sicilia. El filósofo y jurista italiano hacía aseveraciones sobre el comportamiento mafioso en Italia que resultan útiles hoy en el Perú, cuando la seguridad ha pasado a ser una preocupación fundamental y cuando escala la urgencia de luchar contra las organizaciones criminales.
Al margen de las obvias diferencias históricas y las particularidades de Italia y el Perú, en ambos casos el desafío contra el crimen organizado se relaciona con la innegable prioridad de impulsar una amplia unidad nacional para hacerle frente.
Bobbio definía la democracia italiana de ese entonces como “una democracia asediada […], sobre todo, hay que decirlo sin reticencias, en Sicilia. Asediada por un enemigo poderoso y sin escrúpulos, que hemos permitido crecer por ceguera o por ignorancia, o lisa y llanamente por conveniencia, o por cálculo equivocado o perverso, no se sabe bien”.
La claridad es una virtud mayor del también politólogo italiano. Esa virtud le permite afirmar que “el abrazo de la mafia a la democracia es un abrazo mortal. Más que el terrorismo. El terrorista es el enemigo declarado. El mafioso es el enemigo solapado, fraudulento, que busca la alianza y la protección de los poderes del Estado. La alianza del terrorista con el Estado es imposible, ya que el propio terrorista la rechaza. La alianza del mafioso con el Estado no solo es posible sino deseada [por el mafioso]”. Al margen de los debates jurídicos que estos temas generan, la precisión de Bobbio es importante cuando se trata de esbozar una estrategia de lucha contra el crimen organizado.
Bobbio dirige el texto a sus “Queridos amigos” y les escribe “como un ciudadano cualquiera […] que cree, a pesar de todo, en la democracia, y que, a pesar de todo, cree que Italia sigue siendo una democracia y quiere seguir viviendo democráticamente”. Tres afirmaciones que, para el caso del Perú, es seguro que rubricarían una gran mayoría de ciudadanos. Por eso, cabe hacer eco de su llamado final: “Es difícil vencer la batalla, liberarse del asedio cuando el enemigo está dentro de los muros. Pero no hay que desistir”.