Algunas de las virtudes que buscamos aparecen en los personajes de novelas recientes.
Uno de esos es el caso de Elena Arbués, una viuda de 27 años que maneja una librería en Gibraltar. Un día Elena ve a un buzo italiano desmayado en la playa. Desde que lo rescata, su vida se convierte en una aventura sentimental y bélica. “El italiano”, de Arturo Pérez-Reverte, está ambientada en la Segunda Guerra Mundial, cuando Benito Mussolini envía tropas contra los británicos estacionados en la pequeña península. La relación entre Elena y el sobrio Teseo Lombardo, de Venecia, ocurre en medio de una trama de espionaje y de guerra, donde los personajes llegan a su límite. Elena se siente atada a Teseo: “Qué otra cosa, decide, sería el impulso, o el deseo, de permanecer abrazada a ese hombre para siempre”. Pérez-Reverte, quien oyó a su padre hablar del arribo de los buzos italianos a Gibraltar, admite que un héroe puede aparecer en cualquier ser humano. “Mis personajes no son de una pieza y pueden ser de cualquier bando. No le niego al héroe su lado oscuro. Todos los héroes son ambiguos. Y si alguien no lo entiende, que se vaya al diablo”.
Otro libro que me acompaña estos días, “Violeta”, de Isabel Allende, también tiene una protagonista capaz de mandar a otros al diablo. Violeta del Valle nace en 1920 como la mayor de cinco hermanos. Por entonces, las oleadas de la gripe española siguen llegando al país sudamericano donde vive. Después de la pandemia y de la depresión económica, Violeta se retira con su familia a una región remota. Para su desgracia, vive con un marido tedioso y cumplidor, del que pronto se aburre. Cuando conoce a otro hombre, empezará su verdadero viaje. Toda la novela está dirigida a Camilo, cuya identidad será revelada en algún momento. La novela, que va de la gripe española a la pandemia del COVID-19, está contada como una autobiografía, con una voz fluida y convincente, de acentos íntimos. El libro también cuenta la influencia de las dictaduras latinoamericanas de los años 70. Violeta habla de muchos personajes, pero me quedo con Miss Taylor y con Nieves.
Como se sabe, Isabel Allende, nacida en Lima, es hija de un primo del expresidente de Chile Salvador Allende. La novela está inspirada en Francisca, la madre de la autora, con quien llegó a escribirse 24.000 cartas que se han digitalizado. Francisca murió hace pocos años, al borde de cumplir un siglo. Fue entonces que Allende empezó a escribir este libro.
Tanto Elena como Violeta miran de frente a la vida, aún acosadas por tiempos recios. Puede decirse lo mismo de Nina, una escritora cusqueña que un día en Madrid ve a una mujer con un gran parecido con su prima Bárbara. Al abordarla, Nina le oye decir a Bárbara que en realidad su prima está muerta. El episodio es el punto de partida de una búsqueda, el hilo conductor de la estupenda novela “El año del viento” de Karina Pacheco. La búsqueda nos va a llevar hacia los años 80 y los tiempos de Sendero Luminoso.
Todos estos personajes podrían conversar con el de “Un escritor rural”, de Luis Hernán Castañeda, un ejemplo de crónica ficticia, meditación sobre la soledad y reflexión sobre el exilio. Sus textos vienen de la calma tensa y aguda de la observación. Prosas como “Niños en el campo”, “La reina del desierto”, “La abuela y el mundo” y otras son ejemplos de fineza y profundidad.
El coraje, el amor y la observación son virtudes que estos libros nos devuelven en plena forma, aunque sea en la ficción.
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