Como si el forzado neologismo en el reciente proyecto de ley que remitió el Ejecutivo sobre el combate a la criminalidad (“terrorismo urbano”) fuera insuficiente, la presidenta de la República, Dina Boluarte, optó por arriesgar una nueva audacia léxica que ha llamado la atención: el “terrorismo de imagen”.
“Tenemos que luchar contra un nuevo mal, una nueva amenaza en el mundo, la guerra de las mentiras, los ‘fake news’, las noticias falsas creadas con el fin de hacer terrorismo de imagen, un viejo método que aplicaron los totalitarios con su lema: miente, miente que algo queda”, dijo la presidenta.
El manoseo del término bien puede darles la razón a quienes ven terruqueo en todos lados. No obstante, más allá de ello, es ilustrativo de una actitud que se va haciendo recurrente en el liderazgo del Ejecutivo: responsabilizar a fuerzas oscuras, desconocidas, de la precariedad política que exhibe.
Según esta mirada, hay fuerzas malignas que confabulan contra los correctos esfuerzos que emprende el Ejecutivo. Para ello, son propicias las ubicuas e influyentes redes sociales. “En este contexto, apoyados en las redes sociales, algunos se dedican a mentir en la búsqueda de crear inestabilidad, el escenario favorable para obstaculizar el crecimiento de la economía”, agregó.
Los dichos son parte de un discurso con ocasión de la ceremonia de conmemoración del Combate de Angamos, el martes último, por lo que no cabe señalar tergiversación alguna. Al parecer, el entorno presidencial intuye que el mejor modo de responder a las críticas es tratando de encontrar algún enemigo, o “algunos enemigos”, más bien.
El problema es que estos recursos conviven con groseras muestras de negligencia y pasividad. Como negligente es, por ejemplo, estar por cumplir un mes sin nombramiento firme en el Viceministerio de Hacienda. Un hecho que resulta aún más escandaloso, sobre todo, cuando se lleva adelante la discusión del presupuesto público del 2025 (“Gestión”, 9/10/2024).
Por lo demás, muchas de las circunstancias por las que se critica al Ejecutivo no tienen que ver con acusaciones trasnochadas o hechos imaginarios. Por nombrar un caso, el primer aniversario de la vida en clandestinidad de Vladimir Cerrón, excamarada de la hoy mandataria, resulta indignante por donde se lo mire.
No obstante, en vez de ejecutar acciones conducentes a mejorar su gestión, la jefa del Estado prefiere recurrir a una retórica victimista y, a estas alturas, insensible, como si se supiera, al menos en el plazo inmediato, invulnerable.
Quizás, involuntariamente, quiera parafrasear “Las torres”, el éxito musical de Los Nosequién y los Nosecuántos, y la mejor crónica del país de inicios de la década de 1990. La letra, con arreglo al momento actual, podría ir así: “Un terrorista, dos terroristas / se balanceaban / sobre una combi extorsionada / como veían que resistía / fueron a ocultar a un camarada”.