“Señores empresarios, consideren al Perú como un aliado en la región”, fue la frase que eligió Pedro Castillo para dirigirse a los líderes del sector privado que participaron esta semana de la IV Cumbre Empresarial de las Américas en Los Ángeles, Estados Unidos.
La audiencia de Castillo estaba conformada, principalmente, por CEO de empresas de la región que acuden a este tipo de cónclaves para evaluar, en primera persona, qué dicen –y hacen– los líderes de los países en los que podrían invertir en el futuro o en los que ya están presentes las compañías que dirigen.
Desde Perú y tras 10 meses de Gobierno, resulta increíble seguir escuchando al mandatario publicitar en el extranjero el supuesto buen clima para la inversión que existe en el país. Como dice la frase: “con amigos así, para qué quiero enemigos”.
Es incómodo que el mandatario hable de apertura para las inversiones en un contexto en el que Perú Libre impulsa desde el Congreso reformas constitucionales que permitirían que el Estado Peruano modifique unilateralmente contratos firmados con el sector privado y que eliminarían los controles para que el Estado realice actividad empresarial en cualquier sector, cuando ni siquiera se da abasto para cumplir con sus obligaciones de asegurarle a los peruanos acceso a educación, salud, seguridad, servicios públicos, infraestructura y empleo.
Es indignante que lo haga cuando el propio Ejecutivo elaboró un proyecto de ley que le ha dado nuevas alas a los delirios del líder de Perú Libre, Vladimir Cerrón, para buscar la convocatoria de una asamblea constituyente que deje en el limbo las reglas de juego en el Perú por algunos años, con la consecuente paralización de las inversiones.
Es terrible escuchar sus palabras mientras el Ministerio de Trabajo promueve un nuevo código laboral que podría hacer aún más difícil la generación de empleo formal en el país y luego de que ordenara cambios a la tercerización laboral que generan el riesgo de que la informalidad avance.
Esta frase también resulta desagradable después de ver cómo el Ejecutivo ha dado luz verde a un nuevo retiro de los fondos de las AFPs en contra de la opinión del MEF y el BCR, pese a que podrían impulsar nuevas rebajas de la calificación crediticia del país, clave para atraer inversiones.
Pero no es la única frase de Castillo que contrasta abiertamente con la realidad. Durante el mismo discurso, también buscó llamar la atención de los asistentes sobre la “inminencia de una crisis alimentaria”, pese a que su Gobierno está aprobando a cuenta gotas el presupuesto para la compra de fertilizantes y en el que, lejos de convocar a sus “aliados” en el sector privado para buscar soluciones juntos a la inminente crisis, está dejando a los agricultores del Perú y a los peruanos más vulnerables expuestos al riesgo de la tantas veces probada ineficiencia del aparato público para realizar compras.
Y, más tarde, en una reunión cara a cara con empresarios, dijo que “lo que más nos duele es haber encontrado una gestión históricamente enlodada en actos de corrupción”, como si a los funcionarios de su Gobierno prófugos de la justicia los hubiera nombrado alguien más que él mismo.
Es claro que las palabras del presidente no convencen a nadie. Sin embargo, sería increíble que, después de leer tantos discursos amigables a la inversión privada en eventos fuera del país, termine, a fuerza de repetición, convenciéndose a sí mismo.