"Cada vez estoy más convencida de que, además de los análisis y las soluciones técnicas basadas en la mejor información y evidencia, esta pandemia requiere de un esfuerzo mayor por parte de los líderes en todo nivel para que, ante este desafío adaptativo, comencemos a colaborar 'con el enemigo'". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Cada vez estoy más convencida de que, además de los análisis y las soluciones técnicas basadas en la mejor información y evidencia, esta pandemia requiere de un esfuerzo mayor por parte de los líderes en todo nivel para que, ante este desafío adaptativo, comencemos a colaborar 'con el enemigo'". (Ilustración: Giovanni Tazza)

La semana pasada, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ajustó a la baja sus pronósticos de crecimiento para el 2020 a nivel global. Para América Latina y el Caribe, la última proyección de crecimiento (que en abril había sido de -5,2%) fue revisada a un dramático -9,4%. Al mismo tiempo, la región es la más golpeada del mundo y la proyección, el mayor colapso que haya registrado en su historia. El fuerte deterioro en las proyecciones tiene que ver con las terribles disrupciones en el comercio, las cadenas de suministro y las expectativas de los mercados, generadas por la incertidumbre sobre el fin de la pandemia, que se suman a la precariedad institucional y a la alta informalidad que caracterizan a la región.

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