Los líderes empresariales con un elevado sentido de propósito son la fuerza más poderosa para el progreso de la humanidad, no solo porque sus empresas satisfacen necesidades humanas, rentablemente y sin causar efectos negativos, sino porque su liderazgo no se desentiende de los problemas que afectan a la sociedad, dentro de la que están sus empleados, consumidores, proveedores y familias.
En nuestro país se afirma que no es nuestro rol velar por que la cosa pública funcione bien; que basta con invertir, generar empleo y pagar impuestos. Esto podría ser válido en un país nórdico, donde el diseño de políticas públicas incluye a todos. Pero no en el Perú, donde las instituciones políticas y económicas son excluyentes. No reconocer esto es no ver la realidad o, lo que es peor, no querer verla. La buena noticia es que podemos dejar de ser percibidos como parte del problema si ejercemos un decidido liderazgo empresarial activista, involucrándonos directamente en los asuntos sociales y políticos que afectan al país. Tenemos un enorme poder de influencia, pero no lo usamos bajo el pretexto de no saber cómo, por temor a represalias o porque creemos que esa labor debe involucrar únicamente al Estado.
No decimos acá que los privados reemplacemos al Estado. Nos referimos a nuestra obligación ciudadana –porque, antes que empresarios, somos ciudadanos– de influir positivamente en el Congreso y el Gobierno para que depongan sus intereses cortoplacistas y mercantilistas, y legislen y gobiernen pensando en el mejor interés del país, haciendo, por ejemplo, las necesarias reformas de Estado.
Las crisis que vivimos ameritan que nos involucremos no solo cuando creemos que los temas en cuestión nos afectan directamente. No pretendemos que la empresa, en tanto persona jurídica, se convierta en un agente activista. Nuestra propuesta es que seamos los empresarios, directores y CEO quienes asumamos conscientemente nuestro rol ciudadano y ejerzamos un liderazgo activista. ¿Cómo? Sentando una posición pública y visible sobre los imperativos nacionales, haciendo propuestas y ejerciendo una tensión saludable en los hacedores de políticas públicas para que honren su obligación de actuar en el mejor interés del Perú. ¿Tiene riesgos ejercer ciudadanía? Ciertamente. Pero ¿acaso la gestión de riesgos nos es ajena? No. Los CEO somos gestores de riesgos y de oportunidades. Y vaya que hay una gran oportunidad de ser la voz de quienes no tienen voz.
Tengamos en cuenta tres cosas. Primero, existe total interdependencia entre los asuntos sociales, políticos y económicos. Segundo, a mayor poder, mayor responsabilidad. Y, tercero, el costo de no involucrarnos en los asuntos públicos supera al costo de hacerlo.