El BCR se ha mostrado complacido con la reducción de la inflación. En Lima llegó al 3,05% en marzo, por debajo del 8,40% del año pasado. Esto le permitió bajar su tasa al 6,25% en marzo, de un pico del 7,75% en agosto. Logrando, de esta forma, un círculo virtuoso de baja inflación y menores tasas que ha estimulado el consumo e inducido la aún tímida recuperación económica que se confirma en los primeros indicadores de actividad del año.
Muchos analistas anticipan que esta tendencia continúe, y esperamos que la inflación llegue al 2,8% en diciembre. Sin embargo, el propio BCR prendió las alarmas en su reunión de marzo cuando dejó su tasa sin cambio. De hecho, un análisis más detenido nos indica que buena parte de la caída de la inflación se debe a factores que probablemente no se repitan y cada vez le será más difícil llevar la inflación a su meta del 2%.
Estos son la reducción del precio de los alimentos y energía inducidos por la caída de los precios internacionales; la fortaleza de nuestra moneda producto de las altas tasas de interés; y el hecho de que la economía estuvo en recesión el año pasado e impidió que los fijadores de precios trasladaran sus costos a precios finales.
Estos factores empiezan a jugar en contra y le reduce al BCR sus grados de libertad para seguir bajando la tasa real de interés –la diferencial entre la tasa nominal y la inflación esperada– que determina el nivel de estímulo de la política monetaria. La sorpresa es que esta tasa ha bajado poco, llegó al 3,6% en marzo del 4,2% en agosto.
Pero el mayor reto del BCR es la FED. Por una parte, quisiera seguir bajando su tasa conforme baje la inflación. Pero esto arriesga que la diferencial entre su tasa y la de la FED se siga reduciendo de su nivel actual de 0,75 puntos porcentuales, lo que se podría agravar si la FED decide posponer su bajada de tasas a después de junio. Conforme esta diferencial se reduce, las apuestas en contra de nuestra moneda y a favor del dólar se hacen cada vez más baratas, y el BCR arriesga una depreciación que podría abortar la reducción de la inflación.
Luego de registrar un pico de casi 9% en junio del año pasado, la inflación regresa al rango meta del Banco Central de Reserva (BCR). Esto responde principalmente al hecho de haberse disipado las fuentes externas que ocasionaron que la inflación de alimentos y energía le haya pegado de forma desproporcionada al bolsillo de las familias peruanas.
La política monetaria adoptada por el ente emisor ha sido efectiva en disminuir las expectativas inflacionarias y permitir reducir la tasa de interés de referencia.
Sin embargo, en función de los datos que se publiquen, y de registrarse cualquier desviación, el BCR pondrá en pausa cualquier relajamiento adicional de la política monetaria: bien sea por disrupciones transitorias de oferta ante eventos climáticos, o por el incremento de la cotización internacional del crudo ante crisis geopolíticas (se registra un alza del 20% en lo que va del año). El objetivo central del BCR será mitigar presiones transitorias hasta anclar las expectativas inflacionarias al cierre del 2024 que hoy están en niveles del 2,7%. No cabe duda de que la enorme credibilidad de la que goza el BCR permitirá alcanzar la meta de inflación.
Estos resultados son esenciales porque mejorarán el poder adquisitivo de los consumidores peruanos, tras un año donde el consumo privado no creció producto de la persistente inflación y de los menores ingresos laborales de una economía desacelerada. Evidentemente, la reducción de la tasa de interés impulsará el crédito en tanto se recupere la capacidad de pago de los deudores. La responsabilidad de crear las condiciones que habiliten una recuperación más rápida de la demanda interna, en especial de la inversión privada, recae en el Ejecutivo y el Congreso. Clave será que se zanjen fuentes de incertidumbre generadas por el populismo legislativo, la vulneración de la seguridad jurídica y la incapacidad del Gobierno de encarar estos factores que limitan el crecimiento económico.