No lo vacaron, le dieron un triunfo que no estaba en su radar ni en su agenda. Hasta el lunes, Pedro Castillo consumía sus energías en mantener el precario equilibrio de cuotas que reparte (incluidas las que les da a los ‘niños’ de Acción Popular y de otras bancadas) e improvisar salidas para problemas de gobierno. La angurria y la torpeza de la coalición vacadora le han dado un laurel y un respiro.
Anteayer, mientras el Congreso confirmaba su mala reputación peleonera con la congresista Vivian Olivos interrumpiendo la sesión para lucir una pancarta provocadora, el oficialismo llamaba a la concertación y hasta se daba el lujo de ensayar una nueva forma de resistir a la oposición: convertir a una media docena de ministros en una portátil simbólica. No participaron en el debate, pero salieron a declarar a la prensa, cual bancada con portavoz; en este caso, el canciller César Landa.
Subrayo la presencia de seis ministros porque he ahí una idea peligrosa para un Castillo angurriento por ejercer su poder disminuido: conseguirse unos cuantos fajines obsecuentes más e imponer en el Consejo de Ministros algunas iniciativas que hoy considera batallas perdidas. Le han dado, pues, los vacadores a su bestia negra el acicate de un triunfo que le permite alucinar victorias donde antes de ayer solo veía obstáculos.
Por supuesto, el paisaje y los ánimos después de la batalla son fugaces. El mismo lunes de la vacancia frustrada, un operativo fiscal policial detuvo al empresario Zamir Villaverde y busca a los prófugos Bruno Pacheco y los sobrinos del presidente, Fray Vásquez Castillo y Gian Marco Castillo Gómez. Nuevos escándalos lo salpicarán inevitablemente y el resentimiento de algún aliado defraudado, quizá uno con reputación y conocimiento de su entorno, puede asestarle un doloroso golpe en el diafragma.
El triunfo que los torpes vacadores le han regalado a Castillo incluye un gran peligro para la democracia: la consolidación del sistema de reparto encubierto de obras y prebendas al punto de que ya es, por su masividad, clientelismo dentro del Congreso. La bancada de Acción Popular, la de los ‘niños’, celebró sus votos en abstención (para los efectos, es lo mismo que votar contra la vacancia), cual ‘kindergarten’ presencial. El portavoz Elvis Vergara expuso sus argumentos a favor de la continuidad de Castillo sin siquiera aclarar si lo decía a título personal o colectivo. AP perdió el pudor.
La oposición no puede seguir adelante con su plan vacador sin conocer sus propias fuerzas y dobleces, pero tiene mayoría simple para censurar ministros y para hacer cambios en dos legislaturas. El Ejecutivo no puede gobernar con tan precario sistema de cuotas, pero puede imponer a sus aliados requisitos para fichar cuadros técnicos. De vuelta al entrampe.
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