En enero tendrá lugar la investidura presidencial de Donald Trump, mes simbólico, pues se cumplen cuatro años del asalto al Capitolio. Al leer el epílogo de su primer mandato y amenazas de campaña como un prólogo de su segunda administración, se prenden todas las alarmas en el sistema de comercio mundial.

Se ha adelantado que habrán grandes cambios en la política comercial. Sin embargo, Trump no puede ignorar que enfrentará enormes conflictos en múltiples escenarios que requerirán de considerable energía y voluntad política. Un simple análisis concluye que Latinoamérica necesita ser vista por la nueva administración estadounidense en un contexto más amplio y ser considerada pieza relevante en las anunciadas políticas globales que insinúan una guerra comercial.

El avance de China en nuestro vecindario debería ser motivo de gran preocupación para Estados Unidos. La reciente visita del presidente chino Xi Jinping es un reflejo de ello. La foto grupal colocó a los líderes de APEC en orden alfabético, Biden, ubicado en la última fila, mientras Xi Jinping, en primera fila, sonreía junto a su anfitriona peruana, todo en el contexto de más de dos décadas de influencia comercial de China en Latinoamérica, de profundización del Acuerdo Comercial Perú-China y de la inauguración del Megapuerto de Chancay que ofrece ruta directa desde Sudamérica hasta China.

Estados Unidos necesita una estrategia bastante más sofisticada, no puede permitirse el lujo de descuidar la región. Durante mucho tiempo, China ha podido promover sus objetivos geopolíticos en un vacío estratégico casi total de parte de los norteamericanos, durante mucho tiempo, la oferta china ha sido la mejor o la única.

Estados Unidos debería saber que China llegó para quedarse, no puede pretender sacarla del escenario a punta de amenazas y aranceles. Los estadunidenses deberían enfocarse en proteger sus intereses y aprovechar sus fortalezas, deben esforzarse en poner sobre la mesa una alternativa viable y competitiva. Los asesores de Trump deberían estar pensando en cómo posicionar a Estados Unidos en un camino más competitivo con China en Latinoamérica.

De cara al futuro, la relación comercial entre Estados Unidos y Latinoamérica muy posiblemente evolucionará en respuesta a escenarios de actuación de la administración Trump: i) “mantener el status quo”, ii) intensificar el intercambio comercial, inversiones y cooperación más estrecha con cadenas de suministro integradas en los sectores de fabricación industrial norteamericanos o, iii) patear el tablero, retirándose de sus acuerdos comerciales. Siempre se podrían desconocer tratados comerciales, pero este último escenario debiera ser el menos probable. Estados Unidos tiene como fortaleza una arquitectura de libre comercio en Latinoamérica que no sería razonable desperdiciar.

Diversos expertos señalan que la preocupación en cuanto a los cambios previstos en la política exterior para Latinoamérica, no es para tanto. Un alza en los aranceles a los bienes importados podría terminar perjudicando a las líneas de producción de los fabricantes norteamericanos, lo que resultaría en despidos e inflación.

Lo cierto es que los beneficios reales de la administración Trump para Latinoamérica y, particularmente, para el Perú, dependerán de las políticas específicas implementadas y de la dinámica de las relaciones bilaterales, las que debieran ser estrategias inteligentes y persuasivas.

En la encrucijada del proteccionismo estadounidense y la expansión de China, el Perú debería aprovechar su posición geopolítica para abogar por soluciones centradas en la innovación y la diversificación comercial.

En este sentido, el Perú puede encontrar puntos en común con la administración Trump en cuanto al aumento de inversiones estadounidenses y el apoyo en áreas como infraestructura, innovación, la energía verde, producción de alimentos y minerales críticos como contrapeso a la influencia china en la región.

Es difícil anticiparse, hay que permanecer cautelosos, pero optimistas, incluso cuando sabemos que a veces las reacciones de los líderes no son siempre dictadas por la razón. Por lo pronto, solo podemos anticipar “harto chocolate” (juego lleno de sorpresas).

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

María Rosa Morán Macedo es profesora de ESAN y experta en Comercio Internacional

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