Fernando Vivas

En medio del humo y la polvareda de Juliaca y Puno, tras sus dos decenas de muertos civiles y un policía quemado vivo, hay un reclamo que sí es consensual. Sí, compatriotas, aunque a primera dramática vista no lo parezca, hay un acuerdo mínimo entre los manifestantes y quienes queremos la paz en el sur, la selva, el norte, el centro y Lima: asegurar el pronto adelanto de elecciones. Aferrémonos a ese único .

Muchos claman, con emoción, que renuncie Dina Boluarte para dar paso a la convocatoria inmediata de elecciones. La idea es someternos a un momento de anarquía, poniéndonos en manos de un tan o más impopular que el Gobierno, para así acelerar la solución sin salirnos de la Constitución. Algunos de los que sostienen esta posición añaden que el Congreso debe escoger una nueva Mesa Directiva que aproxime y mezcle posiciones. José Williams, a pesar de que es más proclive al adelanto rápido que sus correligionarios de Avanza País, representa al bloque de la derecha vacadora, lo que lo hace más polarizante que otros. Si se impusiera ese escenario de posta congresal, su renuncia sería un buen y noble aporte.

Quienes sostienen la variante de la nueva mesa no dan mucho detalle sobre cómo y en qué momento se cambiaría, pero tienen a favor de su argumento que ello se podría hacer en una sola sesión del pleno. Es más, ya hay algunos candidatos a la vista entre quienes compitieron contra Lady Camones y Williams que tendrían más jale que los extremos de derecha e izquierda y que los imputados por corrupción, como ‘Los Niños’. Visto así, el elegido podría ser, con más chance que los polos y que las bancadas mismas, un no agrupado(a). Pero no se apresuren, ese escenario podría tardar y hasta esfumarse.

La alternativa menos severa –siempre teniendo el adelanto en la mira– es aquella a la que apuesta el Gobierno: que el Congreso apure la segunda votación del adelanto para que Dina Boluarte convoque a elecciones. Ese mensaje a la nación sería menos contundente que el de su renuncia, pero al menos ayudaría a calmar las aguas. Ahora bien, ¿aguantaremos hasta que el Congreso adelante para febrero la legislatura prevista originalmente para marzo? El riesgo de implosión es muy grande y el Congreso está muy atomizado como para tomar, rápidamente, las mejores decisiones.

La vigencia o cambio del Gabinete Otárola es secundario (cierro esto sin conocer el desenlace de su investidura). Si cambia como pago del costo político por las tantas muertes de Puno, ello solo aliviaría la crisis si su sucesor(a) tuviese capacidad de encontrar cabezas con las que dialogar en nombre de quienes protestan. Esa sería una hazaña. Mientras tanto, aferrémonos al único consenso: el adelanto de elecciones, y presionemos al Congreso para que lo vote por segunda vez.

Fernando Vivas es columnista, cronista y redactor

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