Vivimos buenos tiempos para el teatro limeño aunque aún queda un largo camino por recorrer. Se ha avanzado en la formalización del actor como trabajador de la cultura mediante la ley del artista. A lo largo de muchos años, los actores han encontrado en el TUC, la Escuela Nacional de Arte Dramático y en talleres a cargo de dedicados maestros, la formación básica para ejercer la profesión.
Sin embargo, hoy que los linderos de las artes se cruzan para producir espectáculos híbridos, es fundamental una formación rigurosa donde el trabajo del actor se asuma cada vez más profesionalmente. Saludamos la creación de una Facultad de Artes Escénicas, por la Universidad Católica, que con una mirada al nuevo siglo, entregue herramientas de trabajo a un grupo de jóvenes talentosos para que estén preparados a asumir retos cada vez mayores. Surgen directores que vienen del teatro, la danza, el cine o la plástica e innovan las puestas con una mirada multidisciplinaria. Desarrollan una escritura de la puesta en escena más compleja y exigente.
Paralelamente los teatreros están buscando una voz propia y los concursos de dramaturgia, como el del Británico y Sala de Parto, están impulsando el desarrollo de nuevos autores que reflejan inquietudes de una nueva generación de gente de teatro, que trata de encontrar su voz en textos de su propia autoría. Se crean grupos independientes que desde distintas modalidades van tomando espacios alternativos para suplir la carencia de salas teatrales y responder a necesidades distintas a partir de nuevos formatos de creación.
Este movimiento en evolución requiere la presencia de un nuevo público que esté dispuesto a acompañarlo asumiendo el riesgo de esas nuevas lecturas. El teatro vive en ese encuentro con el público. Es nuestra responsabilidad fomentar el interés del público por asistir al teatro y trabajar en ello de manera activa. Destacable es el esfuerzo del Gran Teatro Nacional con su programa de formación de públicos que debiera ser imitado en la medida de las posibilidades de cada núcleo teatral, para que realmente podamos hablar de ese auge del teatro al que todos aspiramos.
Con la formalización de la gestión cultural se ha desarrollado un sistema de producción más profesional donde las producciones asumen riesgos económicos respetando la necesidad de un trato digno y profesional de sus miembros, los valores de producción y buscando hacer sostenible su trabajo. Son pocos los críticos serios que analizan los espectáculos desde las columnas de un diario o a través de las redes sociales. Esta es una parte fundamental del hecho teatral, ya que con la ayuda de un análisis riguroso de los espectáculos se podrá seguir mejorando la calidad de las propuestas escénicas.
El apoyo estatal en todo este movimiento ha sido escaso e intermitente. Pero el teatro ha seguido desarrollándose gracias al esfuerzo de los hombres y mujeres de teatro que a través de sus colectivos teatrales y con el apoyo de instituciones privadas y cooperación internacional persisten en la difícil tarea de hacer teatro con esfuerzo, creatividad, y entrega cada día. Hay muchos pendientes, estoy segura de que seguiremos avanzando como lo hemos venido haciendo, con poca ayuda pero con voluntad férrea hacia un teatro cada vez mejor.