Los errores se perdonan. El peor de Susana, que solo quería “que hubiese niños jugando con baldecitos de agua”, fue no vaticinar la ola de La Herradura que se llevó la flamante arena, pobre. Pero estas cosas los limeños las perdonamos: hasta los mejores yerran en sus primeros gobiernos (el mejor ejemplo, Alan). Lo que no se olvida es la mentira.
Así podríamos creer que Susana la fregó al asegurarnos, cerca de la revocatoria, que no postularía a la reelección. Podríamos creerlo si no fuera por la clarísima entrevista que dio el domingo. Aun sabiendo que “no es maga para poder influir en el corazón de las personas”, logró redefinir –con suprema pericia moral, y no poca magia– el concepto de verdad para explicarnos el motivo detrás de su aparente desvío: no nos quiso engañar cuando dijo que no postularía, es solo que “estaba convencida en ese momento” de que hablaba con la verdad.
En su esfuerzo para superar el 75% de desaprobación nos contó también sobre su apuesta por la transparencia: con un mecanismo similar al que usamos para distinguir a Clark Kent de Superman, distinguiremos a la supercandidata de la alcaldesa gracias a su famosa chalina verde, que llevará puesta o no según la función que ejerza. Aunque, eso sí, por ahora no hay certeza sobre el significado de las ‘pashminas’, ya saben, como la que llevaba en el video municipal en el que aparecía ella en primer plano como alcaldesa, no como candidata, contándonos por qué era tan buena candidata, perdón, alcaldesa.