Veo que ya están comenzando a circular noticias y comentarios sobre un reciente estudio en el que investigadores del Imperial College London del Reino Unido han planteado varios escenarios de las intervenciones para controlar esta pandemia y han trabajado tratando de “predecir” lo que podría suceder con el COVID-19. Ellos usaron una técnica llamada modelaje matemático. Lo que hicieron fue recolectar toda la información disponible actual y de otras epidemias conocidas del pasado y usaron fórmulas matemáticas y probabilidades para hacer las predicciones o proyecciones.
Estos investigadores comenzaron analizando dos paquetes de intervenciones: el paquete para la mitigación, que se enfoca en desacelerar, pero no necesariamente detener, la propagación de la epidemia, tratando de reducir la transmisión y proteger a las personas con mayor riesgo de enfermedad grave. Estas medidas incluyen el aislamiento domiciliario de casos sospechosos, la cuarentena domiciliaria de quienes viven en el mismo hogar que los casos sospechosos y el distanciamiento social de los ancianos y otras personas con mayor riesgo de enfermedad grave.
El segundo paquete es para la supresión, que tiene como objetivo revertir el crecimiento de la epidemia, reduciendo el número de casos a niveles bajos o incluso a cero. En este se proponen medidas más drásticas: combinación de distanciamiento social de toda la población, aislamiento de casos en el hogar y cuarentena doméstica de sus familiares, y cierre de escuelas, universidades, lugares de trabajo etc. Digamos, lo que se está haciendo ya en el Perú.
Los resultados son interesantes. Los modelos matemáticos muestran que el paquete de estrategias de mitigación podría reducir la demanda de atención médica en casi dos tercios y las muertes, a la mitad. Sin embargo, aun así, la epidemia resultaría en muchas fatalidades y en sistemas de salud abrumados sin capacidad de respuesta.
¿Pero qué pasaría si se implementa el “paquete de supresión”? Bueno, encontraron que este reduce significativamente la transmisión, los casos y las muertes; sin lugar a duda, una buena estrategia.
Y aquí viene lo nuevo. Un dato adicional que hallan es que, con la alta transmisibilidad del virus y por el hecho de que en las poblaciones hay mucha gente susceptible (que nunca se infectó), los modelos predicen que cuando las medidas se dejan de lado o relajan, los casos comienzan a aparecer nuevamente. A esto se le llama la “segunda ola”.
¿Entonces, qué nos quedaría? Bueno, estos investigadores proponen que para mantener bajo el número de casos y la mortalidad, hasta que la vacuna esté disponible, se tendrá que continuar con medidas de mitigación y practicar el distanciamiento social reforzado intermitente si estas fallan. Es decir, cuando terminen las medidas drásticas (de supresión, como las que tenemos en el Perú en este momento), vamos a tener que organizarnos para continuar con acciones que bajen la transmisión y, si no funcionase, si se viese que los casos comenzaran a subir, entonces no nos quedará otra alternativa que implantar medidas reforzadas de distanciamiento social para evitar una segunda, tercera o cuarta ola. Es fácil decirlo, pero obviamente muy complicada su implementación, puesto que implica costos sociales y económicos importantes. Va a ser primordial que entendamos mejor la data que tenemos para poder tomar acciones más dirigidas, teniendo en cuenta cuáles son las áreas de mayor transmisión, cómo se están dando los contactos y qué medidas son más eficientes.
Tal vez podamos aprender de Singapur, un país muy organizado –con una población muy respetuosa de las normas, y con una proporción de población en riesgo alta (muchos ancianos)– que decidió no tomar medidas extremas. Pero implantó la detección de fiebre en la entrada a instituciones y edificios, escuelas y universidades, junto con desinfectantes para manos. Implementó un sistema para hacer la prueba para el coronavirus (ellos ahora las producen) y un rápido aislamiento de casos, con seguimiento y usando tecnologías digitales, además de apoyo policial. Y allí, las cuarentenas se cumplieron. No cancelaron eventos, ni cerraron escuelas ni universidades. Y lo lograron, bajaron a un mínimo los casos. Aún continúan con esta prevención, la vida se ve “normal” pero todas las personas respetuosamente siguen practicando el distanciamiento social, el lavado de manos y no se quejan en absoluto de que se les controle la temperatura varias veces al día; además, se respeta cuando a alguien sospechoso se lo coloca en cuarentena. No somos Singapur, pero podríamos aprender de ellos.
Lo cierto es que si aquí en el Perú las medidas para identificar y aislar los casos son mejor implementadas, si las personas colaboran responsablemente en reducir la transmisión, y si protegemos a los vulnerables, podremos reducir los casos y acercarnos más a la supresión de este COVID-19. Estamos comenzando, pero habrá que estar listos, porque tal vez requeriremos tomar luego otras medidas. Lo bueno es que ya sabemos qué puede pasar y nos podemos cuidar, mientras esperamos la vacuna que estaría disponible en los siguientes 12 a 18 meses. Lo podemos hacer juntos, pero tenemos que estar preparados.