"En este contexto de crisis sanitaria, más de 25.000 adolescentes de todo el país han estado activos en procesos de participación y de acción por sus pares y sus comunidades". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"En este contexto de crisis sanitaria, más de 25.000 adolescentes de todo el país han estado activos en procesos de participación y de acción por sus pares y sus comunidades". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Ana De Mendoza

En el , hay alrededor de 3,2 millones de adolescentes. Y en cada uno de ellos y ellas reside la oportunidad de un país con mayor desarrollo social y económico. Pero esto se dará siempre que reconozcamos a las chicas y chicos como sujetos de derechos. Hacerlo tiene un impacto positivo en sus vidas, además del fortalecimiento de la ciudadanía, porque contribuye a la formación de generaciones con mirada crítica y voz demandante y propositiva.

Alentar desde la familia, la escuela y la comunidad que las voces de niñas, y adolescentes se escuchen y se tomen en cuenta es el compromiso que asumieron los estados del mundo, entre ellos el Perú, cuando aprobaron y suscribieron la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) en 1989.

En este contexto de crisis sanitaria, más de 25.000 adolescentes de todo el país han estado activos en procesos de participación y de acción por sus pares y sus comunidades. Unicef ha sido testigo de esta movilización a través de las redes sociales, radios y otras estrategias comunitarias efectivas, para acompañarse entre ellos, reducir los efectos de la pandemia en su salud mental, identificar situaciones de riesgo, y evaluar y emitir recomendaciones sobre las respuestas del Estado.

Una de esas experiencias es el programa , que en lo que va del año ha convocado a 1.000 adolescentes en representación de cerca de 250 escuelas y organizaciones, quienes eligieron desarrollar proyectos periodísticos sobre temas tan diversos como educación, salud, medio ambiente y la situación política del país, demostrando que chicos y chicas quieren dialogar, investigar y buscar soluciones a los problemas que impactan en sus vidas.

La facilidad con la que adolescentes de localidades rurales o urbanas de la costa, sierra y selva, y de colegios públicos y privados, se ponen de acuerdo para hacer realidad lo que se proponen es realmente aleccionadora, y constituye un patrimonio social esperanzador que el Perú no debería pasar por alto. Son esas voces las que están dictando las prioridades en un país que intenta pararse firme y vencer la amenaza de las futuras olas de la pandemia del COVID-19.

Lamentablemente, todo indica que los adolescentes no siempre encuentran adultos dispuestos a escucharlos. En ese sentido, según el Índice de Bienestar Adolescente de Unicef, el Perú urbano lleva una gran ventaja frente al rural. En una escala en la que cero (0) es la base y uno (1) la meta, la participación adolescente en el área rural está en cero y en el área urbana en 0,80.

Educación y salud, que pasan por un retorno seguro a las clases presenciales y una vacunación universal para los grupos de riesgo, son dos de las demandas de esta generación que está preocupada por su presente y su futuro. Una preocupación que tiene fundamento, pues 1,2 millones de niños, niñas y adolescentes pasaron entre el 2019 y el 2020 a engrosar las filas de la pobreza.

Que las voces adolescentes se escuchen, respeten y tomen en cuenta en las familias, escuelas, comunidades, medios de comunicación y espacios decisores, es clave para ellos y ellas. Pero, también, es clave para el Perú.

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