En setiembre del 2015, 193 estados miembros de las Naciones Unidas –incluyendo al Perú– aprobaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los cuales plantean un conjunto de metas para la erradicación de la pobreza y la protección del planeta, orientados bajo el principio de “construir un mundo donde nadie se quede atrás”. Desde entonces, los ODS han concitado el interés de diversos actores del sector público, privado y sociedad civil, especialmente alrededor de la agenda de sostenibilidad ambiental.
En esta columna quisiera llamar la atención sobre un tema del que se habla muy poco, a pesar de que es indispensable para cumplir los ODS en América Latina: la superación de la pobreza rural y, en particular, aquella que afecta a la población indígena y afrodescendiente.
De acuerdo a datos presentados por la Alianza para la Eliminación de la Pobreza Rural en América Latina, cerca de la mitad (46%) de la población rural de la región es indígena o afrodescendiente (Angulo et al., 2018). Por otro lado, el Banco Mundial (2015) ha estimado que el 14% de los pobres y el 17% de los pobres extremos de América Latina son indígenas. En este contexto, los ODS brindan una valiosa oportunidad para relanzar las agendas de eliminación de la pobreza, prestando mayor atención a las problemáticas que afectan a los ciudadanos indígenas y afrodescendientes. A continuación presento algunas propuestas para avanzar en esta dirección.
Las políticas vinculadas a la superación de la pobreza en contextos étnicos han tenido dos vacíos. Primero, las políticas interculturales han prestado poca o ninguna atención a temáticas productivas, las cuales son necesarias para ampliar las oportunidades económicas de dichas poblaciones en sintonía con sus nociones de progreso y bienestar. Segundo, la mayoría de los programas sociales y programas productivos de la región se basan en diseños que no han sido concebidos para responder a los retos específicos que enfrentan los ciudadanos indígenas y afrodescendientes en condición de pobreza, lo cual afecta la sostenibilidad de sus resultados.
Es por ello que se requiere trabajar en la adaptación de los servicios y programas existentes al contexto económico, social y cultural del lugar donde serán implementados (siendo la Amazonía la región más incomprendida por las políticas públicas peruanas), así como atender los efectos negativos que generan programas sociales bien intencionados en las comunidades. Por otro lado, es necesario avanzar en el “aterrizaje técnico” del enfoque intercultural para que contribuya a mejorar la calidad de las estrategias de superación de la pobreza en contextos étnicos.
Finalmente, se requiere crear y escalar nuevas soluciones: generar sinergias entre las intervenciones de alivio a la pobreza y las políticas ambientales (toda vez que las tierras, ríos y bosques de los pueblos indígenas están siendo mermados por la degradación ambiental y el cambio climático), encontrar alternativas para facilitar el acceso a mercados de pequeños productores rurales y ampliar las oportunidades de empleo para jóvenes rurales en sectores con potencial de crecimiento (servicios ambientales, turismo, industrias culturales, etc). En este marco, resulta indispensable que los laboratorios de innovación creados en varios ministerios (dentro y fuera del Perú) se planteen una agenda que vaya más allá de las hackatones y diseño de apps para celulares (cuya efectividad está aún por conocerse), para generar un proceso de cambios sostenibles en la gestión pública, con un uso pertinente de la tecnología y un necesario cable a tierra (mirando más a las zonas rurales donde debemos generar cambios profundos y menos a las modas que llegan desde Silicon Valley).
Por otro lado, en el transcurso de la última década han surgido nuevas ventanas de oportunidad para fortalecer las estrategias de superación de la pobreza en América Latina. Entre ellas destaco los fondos concursables, públicos y privados, dirigidos a emprendimientos sociales, así como el creciente interés del mundo corporativo por incrementar el impacto de sus acciones de responsabilidad social.
Sin embargo, deben realizarse mayores esfuerzos por democratizar el acceso a estas oportunidades para que no se queden concentradas en Lima: ¿cuántos emprendimientos sociales incluyen a ciudadanos indígenas y afrodescendientes como líderes? La expectativa por la contribución potencial de los emprendimientos sociales a la reducción de la pobreza debe estar acompañada con una evaluación exhaustiva e independiente sobre sus alcances y limitaciones, así como por el reconocimiento de que en el ámbito de la superación de la pobreza más que acciones “disruptivas” lo que se requieren son acciones articuladas, basadas en evidencia y en aprendizajes acumulados, así como vinculadas a aquellas políticas públicas que contribuyan a brindar sostenibilidad.