En los medios de comunicación escuchamos de las diversas iniciativas que el sector público y privado están haciendo o harán frente al anunciado Fenómeno de El Niño (FEN) global. En todos los casos, es necesario detenernos a reflexionar sobre los objetivos de nuestras intervenciones y si es que estas iniciativas serán o son eficientes y eficaces frente a la posible emergencia. Desde nuestra gestión se tienen tres momentos en los que intervenimos. El primero de ellos es antes de la crisis, donde realizamos acciones de mitigación o prevención; es decir, buscamos reducir la vulnerabilidad de las personas, medios de vida, patrimonio, etc., a través de medidas específicas como, por ejemplo, el fortalecimiento de capacidades de los líderes y/o lideresas y miembros de la comunidad, para que sean más resilientes. Para ello, elaboramos de forma participativa mapas comunitarios para ubicar las zonas seguras, las de mayor riesgo y las rutas de evacuación. Además, fortalecemos presencialmente a funcionarios de gobiernos locales para que estén bien informados y mejor preparados ante una posible emergencia, entre otras acciones.
El segundo momento es la respuesta ante la crisis o emergencia. En este caso, pretendemos aliviar las necesidades inmediatas de las personas damnificadas o afectadas mediante la entrega de bienes, como canastas de alimentos, kits de agua, saneamiento e higiene (WASH), kits de herramientas, kits de abrigo, etc. Como ejemplo de ello, durante la cuarentena por el COVID-19, CARE Perú logró brindar 70.237 almuerzos saludables a través de 12 comedores populares en la ciudad Lima.
Y el último momento, es la llamada recuperación temprana; es decir, acciones inmediatamente después de ocurrida la crisis, con el propósito de reestablecer, en alguna medida, las condiciones normales de vida de las personas y ayudar a las comunidades a recuperar los servicios básicos y sus medios de vida. En el último Fenómeno de El Niño (2017), CARE Perú logró reestablecer el servicio de agua potable mediante la rehabilitación y mejora de 20 sistemas de agua para sendas comunidades y se construyeron más de 400 viviendas con materiales locales.
Con todo lo expuesto, me pregunto, ¿de qué forma todas las medidas que se han anunciado se encuentran alineadas a prepararnos frente a un eventual FEN o solo se enmarcan a responder a la emergencia per se? ¿Dónde dejamos el enfoque nexus de establecer un vínculo entre desarrollo sostenible y respuesta a emergencias o crisis?
Cabe recordar que el Fenómeno de El Niño costero se presenta en la zona de la costa norte donde el recurso hídrico es escaso porque se trata de un bosque seco, donde la lluvia es una bendición, pero, lastimosamente, los espacios urbanos no están lo suficientemente preparados para soportarlas. Sumado a ello, la falta de un servicio continuo de agua obliga a que las familias la almacenen incorrectamente provocando la proliferación de zancudos y, por ende, la aparición de enfermedades como el dengue, zika y fiebre chikungunya o la malaria, que son recurrentes tras períodos lluviosos en las zonas endémicas de estos vectores.
Mi intención no es llamar la atención o criticar las iniciativas que se vienen difundiendo, sino evidenciar la necesidad de que se identifiquen claramente las estrategias de intervención, sea de prevención, respuesta y recuperación temprana ante un FEN, que apunten al desarrollo sostenible en un contexto de adaptación al cambio climático. Es fundamental que podamos generar sinergias entre todas y todos en beneficio de las personas y comunidades que posiblemente serían afectadas, para hacerlas más resilientes y evitar que pierdan su patrimonio recurrentemente.
Por ello, apelo a que seamos conscientes de la necesidad de prepararnos y llevar las ideas a la acción –pensando en el mediano y largo plazo– para que luego no terminen solo en buenas intenciones que únicamente palian algunos efectos, pero que no abordan los problemas de fondo. Recuerden que este sería el cuarto FEN en los últimos 40 años (1983, 1997-98, 2017, 2023-24).