Fallecido la pasada semana, Ludwig Huber era antropólogo y muchas otras cosas. Nació en un pueblo del sur de Alemania, cerca de Núremberg, en 1949. Ese lugar y ese momento de nacimiento marcaron en gran medida su trayectoria posterior. Medio en broma y medio en serio, siempre nos decía que, pese a venir de tan lejos, era quien mejor comprendía la experiencia cotidiana de los pueblos indígenas y amazónicos. Para educarse había tenido que abandonar su dialecto nativo, para aprender primero el bávaro estándar y después el alemán. Esa experiencia le dio una sensibilidad especial para adentrarse en el sinuoso campo de las identidades étnico-culturales, uno de los aspectos centrales de su obra.
Fue un antropólogo tardío. Durante su juventud en Múnich y Berlín trabajó en una empresa cibernética de perforación de tarjetas, en los albores de la informática, fue taxista, algo que durante toda su vida se reflejó en sus peculiares hábitos de manejo, y viajó por Europa y Oriente Medio en la fascinante década de los 70. Alguna vez contó que se interesó por el Perú durante las noches berlinesas, leyendo las novelas de Arguedas. mientras esperaba clientes en su taxi. Estudió en la Universidad Libre de Berlín y viajó a nuestro país, donde se asentó definitivamente en la década de 1990. Vivió muchos años en Piura, Cajamarca y Ayacucho, y después en Lima, lo que le permitía tener una visión integral del Perú, no limitada a la capital.
Aunque menos mediático que otros intelectuales de su generación, su obra destaca por su diversidad, sus sólidos fundamentos teóricos y su capacidad para descubrir nuevos ángulos de los temas sobre los que trabajaba. Sus primeros trabajos se centraron en las rondas campesinas de Piura. Más tarde, se enfocó en los orígenes culturales de la corrupción y en los efectos de la globalización en las poblaciones andinas. Sin embargo, fue en los estudios sobre derechos humanos donde logró hacerse con mayor renombre. Como a muchos europeos de su generación, haber nacido tan cerca del epicentro del nazismo marcó su forma de ver el mundo y alimentó la necesidad de comprender y erradicar las raíces de la violencia política. Dirigió en Ayacucho el equipo de investigación de la CVR y más tarde participó en comisiones similares en lugares tan lejanos como Islas Salomón y Yemen, lo que habla tanto de su compromiso con los derechos humanos como de su versatilidad profesional.
Como investigador del IEP, su casa académica desde su llegada al Perú, volcó su interés en el estudio de las políticas de identidad, tema del que fue pionero en el Perú. Era capaz de percibir la justicia de las demandas de reconocimiento de las poblaciones desfavorecidas, pero también advertía sobre los peligros a los que podía llevar la exaltación de las identidades étnico-culturales.
En medio de esta intensa actividad intelectual, también tuvo tiempo para ser uno de los pioneros en el Perú del empleo de metodologías antropológicas para la evaluación de políticas públicas y, sobre todo, para desempeñar dos tareas de las que sentía especialmente orgulloso: su labor durante los años 90 como profesor en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga y su gestión al frente del fondo editorial del IEP, donde llevó a cabo un intenso proceso de modernización, con apertura de nuevas líneas de publicaciones y una decidida apuesta por llegar a un mayor número de lectores, fuera del ámbito académico.
En los últimos años, siempre en busca de nuevos enfoques para comprender la realidad peruana, formaba parte de un equipo del IEP enfocado en el papel de las redes sociales en la política contemporánea. En eso andaba, cuando le sorprendió una penosa enfermedad que ha conducido finalmente a su muerte, tras una vida, como él mismo nos dijo en una de sus últimas conversaciones, en la que supo vivir haciendo lo que le gustaba, rodeado de personas a las que quería, siempre inquieto y comprometido con la realidad, atento cada semana a los resultados del Bayern, y sin dejar nunca de aprender y enseñar.
Lo vamos a echar de menos.
(*) Una versión de este artículo fue publicada en la página web del IEP.