Existe incertidumbre sobre las causas del COVID-19 persistente (un síndrome que consiste en la persistencia de los síntomas del COVID-19) y cómo responder adecuadamente a él.
En la medicina convencional, las enfermedades sin diagnóstico definitivo a menudo se describen como “médicamente inexplicables”. Los pacientes con este tipo de enfermedades a menudo pueden sentirse ignorados y no escuchados, y sus médicos se sienten constantemente frustrados porque no pueden hacer más.
En el corazón de la medicina convencional hay una distinción fundamental entre síntomas y signos. Síntomas como fatiga y dolor en las articulaciones son marcadores subjetivos de enfermedad, mientras que signos como fiebre y artritis se consideran marcadores objetivos. Cuando se trata de hacer un diagnóstico, los signos triunfan sobre los síntomas.
De la misma forma en que la medicina convencional prioriza los signos sobre los síntomas, muchas veces prioriza la mortalidad (riesgo de muerte) sobre la morbilidad (disminución de la calidad de vida). El número de muertos por COVID-19 ha sido asombroso y desproporcionado. Pero el énfasis de la medicina en la mortalidad sobre la morbilidad tiene consecuencias sobre cómo se mide el sufrimiento, así como los esfuerzos realizados para prevenir la transmisión de enfermedades y los umbrales utilizados para determinar cuándo termina la pandemia. Si ampliamos la métrica del sufrimiento para incluir la morbilidad del COVID-19 persistente, entonces la toma de decisiones individual y colectiva no solo tendría en cuenta el riesgo de hospitalización y muerte, sino que también incluiría el riesgo del COVID-19 persistente.
Cuando los pacientes con enfermedades controversiales no encuentran respuestas en la medicina convencional, a menudo buscan respuestas en la medicina alternativa y complementaria. Un médico que entrevisté me dijo que, aunque él no “creía en la medicina alternativa”, la gravitación de los pacientes hacia ella era el resultado del “fracaso de la medicina convencional para tratar los síntomas que tenían”. Por tal motivo, validar la experiencia sintomática de los pacientes, incluso si se desconoce la causa, podría ser un posible remedio ante este problema.
Los pacientes con enfermedades crónicas y sin diagnóstico también tienden a tener una larga historia clínica. Estos pacientes necesitan más de 15 minutos para contar su historia y los doctores necesitan más de 15 minutos para escucharlos. Una inversión a gran escala en la atención primaria les permitiría a los doctores ofrecer citas más largas que estén completamente cubiertas por el seguro. Esto ayudaría a abordar esta necesidad. Además, las escuelas de medicina deben introducir una comprensión informada por las ciencias sociales de las enfermedades “médicamente inexplicables”. Cuanto más familiarizados estén los médicos con ellas, menos oportunidades habrá de malentendidos.
“Reconocer la incertidumbre” es una frase apropiada para nuestros tiempos. Comenzar comentándoles a los pacientes lo que no sabemos y liderar con humildad y empatía su proceso parece un buen lugar para empezar.
–Glosado, editado y traducido–
© The New York Times
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