Ana María Choquehuanca

En tanto que los peruanos asistimos a un espectáculo grotesco de destapes políticos, mafias, actos de corrupción y de enfrentamientos sin desenlaces entre el Ejecutivo y el Congreso de la República, las micro y pequeñas empresas continuamos trabajando, en condiciones cada vez más difíciles, con recursos que escasean, con informalidad, inflación y delincuencia.

Parece que las autoridades han olvidado que miles de estas empresas han cerrado y existen otras que, a pesar de la reactivación, se encuentran en grave riesgo de desaparecer. Se tenía la esperanza de que el pasado 28 de julio, en el mensaje del presidente de la República, se incluyeran anuncios concretos para las . Después de escucharlo por casi dos horas y no encontrar ninguna propuesta seria al respecto, comprendimos que tendrán que seguir esperando. El Ejecutivo está más concentrado en defenderse en sede fiscal por los delitos que se le imputan, en aclarar por Twitter, promover leyes mordaza o denunciar periodistas por el ejercicio libre y legítimo de su profesión.

El parece haber dejado solas a las pymes, a pesar de que son las micro y pequeñas empresas las que han dinamizado la economía del país en todos estos años y las que continúan aportando al desarrollo, a pesar del contexto crítico a nivel político y económico. Las pymes no huyen, no se esconden; se quedan para poner el pecho y seguir generando empleo y pagar impuestos.

Son estas las que no viven del asistencialismo del Estado ni del populismo de sus gobernantes ni de coimas en maletines. Han demostrado tener capacidad y mucha creatividad para subsistir, para sacar adelante a las familias que dependen de ellas y de sus trabajos, de producir honradamente. Por eso, reciben aplausos y reconocimiento, no abucheos ni reclamos. Si esperan algo, solo son oportunidades para fortalecer sus capacidades de producción y ganarse la vida lejos de la corrupción.

Esta pandemia ha evidenciado las gigantes carencias que tiene el Estado en distintos ámbitos. No ha sido capaz de estar a la altura de las circunstancias en materia de salud, educación, trabajo o de prestación de servicios públicos esenciales. El Estado no supo responder a la urgencia y las limitaciones propias de la pandemia hicieron que se nos cerraran las posibilidades de continuar bregando solos, con nuestras propias herramientas.

La pandemia fue pasando, como también se fueron diluyendo la institucionalidad y la meritocracia. Esas han sido las nuevas enfermedades con olas inacabables y destructivas. Se revolcó lo construido, tanto como las esperanzas de todo un país que esperaba respuestas, gobernantes honestos y decididos a liderar una etapa de auge, no a personas acusadas de aprovechar el honor de gobernar al Perú para beneficiarse a costa del interés público.

Ya casi no quedan expectativas, por eso la gente parece dormida y tolerante. Da la impresión de que todo está perdido y la dignidad de un pueblo se agotó. Sin embargo, a las pymes les corresponde seguir luchando. Estoy segura de que serán las últimas en apagar la luz y, al contrario, a más crisis, a más decepción, más talento, más emprendimiento, más creatividad. Por ello, vemos con suma preocupación la escasa mención de las micro y pequeñas empresas en el discurso del presidente del 28 de julio. Este sector representa a más del 99% de las unidades productivas del país, por lo que las medidas en torno a las pymes merecían un abordaje integral y concreto, a corto, mediano y largo plazo.

Las pymes conocen que el Perú vive días sumamente complejos a nivel político, que el pronóstico es reservado, pero, en cualquiera de los escenarios, esperan no ser perdidas de vista en la política pública nacional. En cualquier contexto, la economía necesita seguir funcionando y, para eso, debería estar alineado el aparato de técnicos y funcionarios de los distintos ministerios vinculados al sector. Las pymes son aliadas estratégicas en este objetivo y no están dispuestas a salir corriendo.

Ana María Choquehuanca es presidenta de la Asociación PYME Perú

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