Hace diez años, la Corte Internacional de Justicia de La Haya emitió un fallo favorable al Perú en la disputa sobre la delimitación de nuestra frontera marítima con Chile. Y, para conmemorar la fecha, la Universidad de San Martín de Porres tuvo la buena idea de invitar a Rodman Bundy, uno de los prestigiosos abogados que asesoraron a la delegación peruana, para ofrecer una clase magistral. Bundy, con inteligencia fina además de su trabajo en el equipo, contribuyó significativamente a la negociación del Acuerdo de Delimitación Marítima con Ecuador. Este fue fundamental porque, contra lo que decía Chile, la Declaración de Santiago no podía ser considerada acuerdo de límites.
La historia del fallo de La Haya tiene tiempo y contenido. Empezó en 1986, en el primer gobierno de Alan García, cuando se entrega a la cancillería chilena el ya famoso “Memorándum Bákula”. Fue en el segundo gobierno de Alan García que se plantea formalmente la demanda. En el camino, fue el canciller Manuel Rodríguez Cuadros del gobierno de Alejandro Toledo quien planteó públicamente a Chile la necesidad de acordar un límite marítimo o, caso contrario, se debía acudir a La Haya.
Alan García había iniciado el gobierno con la presencia de la presidenta de Chile Michelle Bachelet en visita oficial y planteaba una política de competencia y emulación, no de enemistad. Incluso había acuñado la frase de mantener las cuerdas separadas para asegurar una relación fluida. Pero la posición irreductible de Chile negándose a negociar el tema marítimo y un infeliz proyecto de ley en Chile que mencionaba el Hito 1 como inicio de la frontera y no el punto Concordia como establece el Tratado del 1929, suscitó una reacción del Perú que permitió que se corrigiera esa provocación, pero no se calmó el ambiente de tensión. Con esos escenarios, tuvo claro García que no quedada otro recurso que ir a La Haya; de lo contrario, los cuatro años y medio de gobierno que le quedaban estarían marcados por la tensión vecinal y por movilizaciones en el Perú.
No era una decisión fácil de tomar, pues estaba preñada de riesgos, tanto por el curso del proceso mismo lleno de incertidumbres como por lo que le podría hacer a la relación con Chile. Al conversarlo, compartimos la convicción de que estábamos asumiendo una gran responsabilidad ante la historia y ello resultaba abrumador. Pero creo que Alan no olvidaba la frase de Charles de Gaulle de que un estadista es aquel capaz de tomar riesgos. Él tenía vocación de estadista y lo era.
Se culminó durante su período todo lo que se denomina la fase oral. Quedó para el siguiente gobierno, el de Ollanta Humala, recibir el fallo y ejecutarlo coordinadamente con las autoridades chilenas. Fueron tres gobiernos que supieron mantener una política de Estado.
Decía un jurista que se celebra lo excepcional. Tenemos razones para celebrar la excepcionalidad de este caso por el manejo serio del mismo, la continuidad política y el feliz término de un diferendo.