Una balsa atraviesa una avenida completamente inundada en Porto Alegre (Río Grande del Sur, Brasil). Un adulto mayor llora dentro y ruega para volver, porque sus cuatro hijos se quedaron adentro de su casa. En medio del calor, el cansancio y el sol, los socorristas lo trasladan rápidamente para salvar a su familia. El agua continúa subiendo e inundando más pisos del barrio. Llegados al lugar, cuatro cachorros suben a la embarcación. El hombre los abraza y llora desoladamente. Una nueva familia ha sido rescatada en medio del desastre.
En el sur de Brasil, Río Grande del Sur enfrenta su peor inundación, superando el récord de 1941, cuando el agua llegó hasta los 4,76 metros. A pesar del sistema de contención construido en los años 70, Porto Alegre, con 1,5 millones de habitantes, sufre graves inundaciones desde finales de abril. El nivel del río Guaíba alcanzó los 5,33 metros el 6 de mayo, superando la cuota de alerta (2,5 metros) y la de inundación (3 metros). La ciudad lucha contra esta crisis histórica.
Cada centímetro de subida del río impactó directamente en los servicios básicos de agua y electricidad, los sistemas de drenaje y en el desabastecimiento generalizado de la ciudad. Agua, alimentos, pastillas y otros elementos indispensables comenzaron a desaparecer de las tiendas, al tiempo que quienes vivían en zonas de riesgo tuvieron que reducir sus vidas a una maleta que podían cargar en sus espaldas.
La ONU define a los refugiados ambientales como aquellos obligados a dejar sus hogares debido a desastres naturales. En Río Grande del Sur, miles se vieron forzados a huir para salvar sus vidas. Bebes, ancianos, animales, personas en sillas de ruedas, ciudadanos y ciudadanas brasileñas debieron ser rescatadas de barrios con riesgo de inundación y trasladados a lugares seguros, en medio del temor generalizado.
Refugiados, muchos solo con la ropa del día, durmieron en albergues creados por la sociedad civil y grupos comunitarios. Los gauchos abrieron cientos de refugios, brindando comida, apoyo y confort. Sin hogar para retornar y con media ciudad colapsada, la incertidumbre por el mañana pesa tres veces más.
Aunque la fuerza del clima es extrema, la ausencia de decisión política de Eduardo Leite (gobernador del estado desde hace cinco años) y de Sebastián Melo (prefecto de Porto Alegre desde hace tres años) agravaron la situación. La ausencia de gestión, planificación y prevención de las cabezas gubernamentales de la región en favor del pueblo gaucho contribuyeron a que un incidente climático sin proporciones se convirtiera en un escenario de guerra y calamidad generalizado. En el 2023, por ejemplo, la gestión de Melo en Porto Alegre no invirtió ni un centavo en la prevención contra inundaciones.
El gobierno de Lula da Silva ha destinado, en este contexto, un total de 50 billones de reales (casi US$10 billones) para rescatar al pueblo gaucho. Frente a la catástrofe climática, urgen respuestas políticas que permitan sobrevivir en un mundo colapsado por la extracción de recursos y el negacionismo climático.