En su último informe “Perspectivas de la economía mundial”, el Fondo Monetario Internacional informó que una proporción cada vez mayor de países se encuentran “en niveles altos de sobreendeudamiento”. Si bien algunos de estos países ya están trabajando en programas de reforma que los harán elegibles para recibir financiamiento del FMI y ofrecerán buenas perspectivas de crecimiento económico, muchos no lo están haciendo. Se avecina una crisis de deuda en el mundo en desarrollo.
Los niveles extremadamente altos de endeudamiento suelen ir precedidos de un período durante el que los acreedores renuevan los créditos o conceden nuevos préstamos, con tipos de interés cada vez más elevados. No hay una forma sencilla de determinar cuándo esa deuda se vuelve insostenible. Los analistas suelen utilizar la relación deuda/PBI, pero los tipos de interés marcan la diferencia en este caso. Los países de bajo ingreso que se enfrentan a tasas de interés favorables podrían tener coeficientes más bajos que las economías de mercados emergentes, para las que las tasas de interés son más altas. La estructura de vencimiento de la deuda también es importante: si la mayor parte vencerá pronto, las renovaciones requeridas (o renovaciones) serán mucho mayores que para las deudas con un vencimiento más largo.
Los préstamos de los países pobres están justificados si los préstamos financian actividades que generen una alta tasa de rendimiento para el prestatario, cuyos recursos propios ya están financiando actividades que valen la pena. En tal escenario, el servicio de la deuda puede autofinanciarse (salvo ‘shocks’ imprevistos). El problema es que, en muchos países, el endeudamiento soberano ha sido en gran medida para financiar gastos con tasas de rendimiento bajas o negativas, como estadios deportivos o dádivas preelectorales.
Este tipo de gasto, junto con las grandes deudas y los déficits fiscales, puede hacer que los prestamistas sean cautelosos, lo que hace que los países tengan dificultades para endeudarse, especialmente en tiempos de aumento de las tasas de interés. Cuando los acreedores comienzan a negarse a refinanciar la deuda pendiente que vence o cuando la tasa de interés que se cobraría sobre la deuda nueva o refinanciada es prohibitiva, estalla una crisis de deuda.
Para muchos, la solución al problema de la deuda de los países en desarrollo parece obvia: proporcionar alivio de la deuda a los países que lo necesiten, de modo que los pagos del servicio de la deuda puedan reasignarse al gasto en servicios sociales, como la salud y la educación. Sin embargo, la experiencia demuestra que esa reasignación dista mucho de estar siempre garantizada. Sin duda, el alivio de la deuda es necesario. Pero conceder préstamos, incluso en condiciones blandas, a gobiernos que no pueden o no quieren aplicar políticas económicas sólidas, realistas y favorables a las empresas es simplemente aumentar sus futuras obligaciones de servicio de la deuda. Es por ello que el alivio de la deuda debe estar condicionado a esas reformas.
Si varios de los mayores mercados emergentes y países de bajo ingreso se enfrentan simultáneamente al aumento de las tasas de interés y a una creciente renuencia de los acreedores a refinanciar sus deudas, es probable que estalle una crisis de deuda mundial. Para evitar este escenario, el mundo necesita un acuerdo internacional que establezca procedimientos para respaldar a los soberanos en dificultades de deuda, lo que permitiría al FMI otorgar préstamos con mayor rapidez. Y todos los acreedores deben adherirse a ella.