(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)

Tras la segunda vuelta, varios ciudadanos y especialistas han realizado análisis estadísticos sobre los resultados de las elecciones para identificar si es que existieron o no anomalías en el proceso electoral. En esta ocasión, Patricia Rojas, directora senior de Public Affairs de Ipsos Perú, y Jorge Barreda, economista y director de empresas, discuten sobre la precisión del estudio elaborado por .

Una omisión clamorosa, por Jorge Barreda

“Es crucial llenar el vacío que deja el estudio de Ipsos con un esfuerzo que bien podría constituirse en un método de auditoría para esta y futuras elecciones”.

Aprecio la contribución de Ipsos, que concluye que 95,28% de las actas tienen un comportamiento “dentro de valores normales”, y que las anomalías se presentan solo en el 4,72% restante. Concluye además que estas anomalías no son generalizadas y que no parecen favorecer a ningún candidato en particular. Finalmente, anota (correctamente) que estas anomalías no son necesariamente evidencia de manipulación.

El estudio, que debería tranquilizar a quienes queremos que se respete fielmente la voluntad popular, me deja serias dudas. La mayor nace de una clamorosa omisión en el diseño del ejercicio. Ipsos explica que su análisis “no pretende determinar si ha habido irregularidades en determinadas actas”, lo que creo invalida sus conclusiones. Definido así, el estudio se limita a detectar anomalías y a extirparlas de la data por estar equilibradamente distribuidas a favor (y en contra) de ambos candidatos, concluyendo que su ausencia no cambia los resultados que conocemos.

Cuestiono que se haya excluido data sin un análisis previo sobre los factores detrás de estas anomalías. El estudio busca llenar este vacío sosteniendo que en la segunda vuelta del 2016 se registraron similar número de anomalías, implicando que estas son naturales e inocuas y que su exclusión no alteraría los resultados que conocemos. Asumir esto es un error.

Las anomalías pueden originarse por factores legítimos, como el alto grado de polarización, la naturaleza binaria del ejercicio (solo dos alternativas), entre otros factores válidos. Pero también pueden ser consecuencia de la temida manipulación de actas. Se requeriría un altísimo grado de sofisticación para manipular actas sin que la maña sea revelada en torpes anomalías en algunas de las 86.488 distribuciones de la .

Entonces, lejos de excluir todas las anomalías solo por el hecho de favorecer a ambos candidatos o porque son similares a las del 2016, habría que excluir solo aquellas que la inferencia estadística sugiera son consecuencia de manipulación, dando por válidas para el conteo todas las otras. Y si después de este ejercicio, el orden de los candidatos no cambia, bienvenida sea la conclusión.

Para llenar el vacío que deja el estudio de Ipsos, sugiero se evalúe si existe una relación significativa entre el grado de anomalía de una distribución favorable para el candidato A con la ausencia en esa mesa de un personero del candidato B (y viceversa). Otro enfoque podría consistir en el del Sr. Arriarán (estudio que no he alcanzado a revisar).

El enfoque estadístico sugerido aquí ofrece dos ventajas sobre el de impugnación y revisión de actas. Primero, comprendería el total de actas y no solo aquellas que cada partido habría podido revisar en el corto tiempo que se les dio para eso. Segundo, su interpretación no tendría que depender de valoraciones subjetivas de algún juez, seguramente bien intencionado, pero invariablemente imperfecto. Afortunadamente, los números son fríos, agnósticos y fácilmente auditables.

Es crucial llenar el vacío que deja el estudio de Ipsos con un esfuerzo que bien podría constituirse en un eficiente método de auditoría para esta y futuras elecciones.

Evidencia para la discusión (electoral), por Patricia Rojas

“Ambos candidatos tienen porcentajes similares de ‘outliers’”.

El sábado pasado, Ipsos Perú compartió un análisis de casos atípicos de los resultados del 100% de las actas de votación (86,488) contabilizadas por ONPE, que realizó gracias al encargo del Instituto Pro Democracia. El informe buscaba contribuir con evidencia al debate público, sobre los posibles casos atípicos que podrían haberse dado en esta elección. Creo que logró su objetivo, el informe fue bien recibido por algunos y criticado por otros.

Vale la pena resumir algunos de sus hallazgos para luego aclarar algunos puntos. En este análisis se utilizó la estadística descriptiva, a través de la detección de casos atípicos con puntuaciones estandarizadas (y boxplot, para contrastar los resultados obtenidos con esta técnica estadística). En cristiano, este análisis nos permite verificar qué porcentaje de las actas se encuentran dentro de los valores normales; es decir, no se alejan en mayor medida del comportamiento de sus respectivos locales de votación (y también de sus distritos, para ser más exigentes).

Así, encontramos un 95,28% de las actas dentro de los valores normales. Por otro lado, este análisis también nos permitió identificar los casos atípicos o ‘outliers’. Bajo la misma lógica, estos son casos que se alejan del comportamiento normal de sus respectivos locales de votación (o distritos). Aquí encontramos que ambos candidatos tienen porcentajes similares de ‘outliers’: Fuerza Popular (FP), 2,31% y Perú Libre (PL), 2,41%. En tercer lugar, vimos que estos casos no se concentran en alguna región en particular.

Vale la pena reiterar que este análisis no fue elaborado con la intención de detectar fraude en la votación, como muchos han afirmado (esta tarea le corresponde al Jurado Nacional de Elecciones). Difícilmente –desde la estadística descriptiva– podríamos afirmar que existe o no manipulación, pues habría que establecer supuestos, que desde nuestra modesta tribuna no podemos hacer.

Por ello, realizamos el ejercicio de eliminar todos los casos atípicos, ya que retirar más o menos casos de uno y otro candidato, basados en supuestos, nos llevaría a alejarnos de lo objetivo. Al realizar este ejercicio, el orden de la elección se mantiene; es decir, los efectos de los ‘outliers’ se neutralizan.

Otro hallazgo, no menos relevante, tiene que ver con el número de mesas donde un candidato tiene 0 votos y el otro al menos uno. En esta clasificación, encontramos que existen 70 casos donde tiene 0 votos y 17 donde tiene 0 votos. Si eliminamos todas esas actas, nuevamente, la distancia se acorta entre ambos candidatos, pero el orden de la elección se mantiene.

En una elección tan polarizada como la que vivimos, no cabe duda de que la evidencia contribuye a que haya un debate informado. La ONPE ha tenido la iniciativa de colgar toda la base de datos de la segunda vuelta 2021 integrada (cosa que no ha ocurrido en elecciones pasadas), por lo cual se tiene a disposición estos análisis, a esta velocidad. Es así que –como todo es perfectible– podemos partir de una valla más alta para los siguientes procesos electorales. Por ejemplo, se podría incluir la información del acta que tuvo o no personeros, identificados por su respectivo partido, para poder afinar este tipo de análisis. Tenemos, además, el derecho y la responsabilidad de interpretar correctamente los datos abiertos que se encuentran disponibles, y dejar en la arena legal y la institucionalidad –es decir, en manos del JNE– la tarea de establecer si existen irregularidades o no.



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