En el último año, el Perú se ha ido a dormir más de una vez con la promesa del audio ‘bomba’ y del fin del gobierno del presidente Castillo. Sin embargo, ninguno llegó. Debido a eso, el Congreso y la oposición han perdido credibilidad, impidiendo así cualquier vacancia, aun cuando existen suficientes indicios de corrupción. Antes de proponer otra vacancia, necesitan recobrar la confianza ciudadana y dejar el sensacionalismo que solo contribuye al deterioro de su credibilidad.
La historia del niño que gritó “¡lobo!” plantea que las falsas alarmas consecutivas resultan en que las siguientes alertas, aunque verdaderas, no sean creídas. Luego de alarmas exageradas, dos vacancias fallidas y múltiples interpelaciones sin éxito, los peruanos no creen en su Congreso. La desaprobación por parte de un 87% de ciudadanos confirma su poco poder, que no se debe a la brillante campaña política del Ejecutivo.
Aparte de la promesa incumplida del audio ‘bomba’, la población ha decidido que los desaciertos mediáticos del Congreso, con congresistas sesionando desde la playa, una gestión mediocre, el no tener agenda y su falta de representación, al no tener propuestas para mejorar la vida de los peruanos, son peores que el desastre mediático, la corrupción e ineptitud del gobierno de Castillo.
Asimismo, la población mete a todos los vacadores en el mismo saco, incluyendo a la oposición fuera del Legislativo. Y si bien el ruido e insultos a Castillo pueden generar ratings, no ayudan a conseguir lo que buscan.
A pesar de esto, aun buscan una tercera moción de vacancia, aunque las condiciones no están dadas. Sin embargo, la nueva presidencia del Congreso puede aprovechar esta oportunidad. Para esto, primero debe recuperar la confianza de los ciudadanos. Empezando por no gritar “¡lobo!” y cohesionar a la oposición dentro del Congreso a través de una agenda concreta.
Segundo, necesitan atraer votos. Especialmente de los progresistas y la centroderecha mercantilista. Con los primeros, deben abstenerse de seguir increpándoles sus equivocaciones, ya que ellos no lo creen así y acorralarlos solo los alienará. A los segundos, enseñándoles el beneficio para el Perú, pero también el personal o, en su defecto, las consecuencias legales y políticas.
Sin embargo, nada se logrará sin antes haber persuadido a la ciudadanía. Convenciendo, no imponiendo. Antes de ser juzgado ante el Congreso, el presidente debe ser juzgado ante la corte de opinión pública.
Por último, la desconfianza en nuestras instituciones hace que los peruanos acepten los indicios, no por la vía judicial, sino cuando vean al presidente directamente involucrado en actos sospechosos. Por lo que el audio o video ‘bomba’ será indispensable para cualquier juicio final.
Al final del día, lo único que cuenta son los votos y para obtenerlos necesitan restablecer la confianza y convencer a la población, y esto no ha sucedido, como lo reflejan las encuestas.
Es simple: no gana el que más grita “¡lobo!”, sino el que más votos tiene.