Alejandro Cavero Alva

Nuestro país vive terribles momentos de convulsión social y violencia producto de las movilizaciones en contra de la presidenta . Un sector de manifestantes –el más radical y con presunto financiamiento de la minería ilegal y el narcotráfico– ha venido promoviendo la destrucción de la propiedad pública y privada, el bloqueo de carreteras, la toma de aeropuertos y el amedrentamiento de todo aquel que no decida sumarse a la protesta. Piden, entre otras cosas, no solo la renuncia de Dina Boluarte, sino la convocatoria a una asamblea constituyente y la liberación del expresidente golpista .

La asunción de Boluarte, sin embargo, no ha sido decidida por el Congreso. A ella la puso Perú Libre en su propia plancha presidencial –más concretamente, Vladimir Cerrón– y fue en ella en quien ellos confiaron para suceder a Castillo en caso de sobrevenir alguna incapacidad. Es engañoso, en ese sentido, decir que fue la derecha quien la llevó a gobernar o que representa a este sector. Su ascenso al poder tuvo que ver más con un abrupto cambio de circunstancias y con el voto de las propias bancadas de izquierda.

Hay que recordar que fue luego de que el Pedro Castillo quebrantara tan descarada y abruptamente el orden constitucional, dictando un golpe de Estado, que se pudieron lograr más de 100 votos para la vacancia presidencial, muchos de ellos de quienes hoy piden la renuncia de Boluarte. Y aunque yo siempre defendí la necesidad de la vacancia desde hace mucho tiempo, era evidente que sin los votos de la izquierda ese objetivo nunca hubiera podido materializarse.

Querer hoy día, pues, culpar a la derecha por el caos y la violencia que vive el país es simplemente injusto y falta a la verdad de los hechos que desencadenaron esta crisis política. Desde el primer día de su salida en el cargo fue Pedro Castillo quien continuó llamando a la insurgencia, incluso haciéndose reconocer todavía como presidente de la República en sus redes sociales. En lugar de llamar a la paz y al diálogo, alimentó la violencia. Lo mismo hicieron aquellos que perdieron el poder, como el exviceministro Raúl Noblecilla o la expremier Betssy Chávez. Aníbal Torres anunció que correrían ríos de sangre.

La izquierda ha hecho diversos llamados a parar la represión, pero ni uno solo al diálogo. Su intransigencia es fruto no solo de su evidente desesperación, sino de su incoherencia. El año y medio de caos y desgobierno que hemos sufrido los peruanos y la tremenda desatención en la que se encuentra el sur del país fueron producto de la falta de capacidad que tuvieron para gobernar –cuando supuestamente iban a ser el gobierno que trabajaría por los más olvidados– una vez que estuvieron en el poder. A la izquierda, sin embargo, siempre le ha funcionado mucho mejor victimizarse que afrontar los problemas.

Hoy, no obstante, la tarea de la presidenta Boluarte es imponer el orden y la tranquilidad en el país. Dialogar con aquellos que puedan tener demandas legítimas y resolver juntos las enormes necesidades que tiene el sur de nuestro país, mientras se impone el estado de derecho y se aplica todo el peso de la ley sobre quienes inciten a la violencia y al daño de la propiedad. Esa ha sido la apuesta de la oposición al darle la confianza al gabinete del señor Alberto Otálora: que se retome la paz, el diálogo y el crecimiento. Solo en la medida en que la presidenta pueda ser firme en sus decisiones podrá tener el apoyo del verdadero pueblo mayoritario que desea –por sobre las rencillas políticas– retomar siquiera la idea de futuro y esperanza arrebatadas por año y medio de desgobierno. Esa tarea está en sus manos, señora presidenta.


Alejandro Cavero Alva es congresista de la República

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