El Producto Bruto Interno (PBI), que equivale a la producción total de bienes y servicios en nuestro país, creció 3,5% en agosto del presente año a nivel interanual, principalmente por la contribución de los sectores primarios de minería metálica (8,9%) y los hidrocarburos, que registraron un crecimiento de 9% debido a un incremento generalizado de la producción petrolera y gasífera. En ese sentido, los sectores no primarios se han mantenido dinámicos, destacando la mejora en los sectores asociados al consumo (servicios, 3,4%, y comercio, 2,9%) y en los sectores asociados a la inversión (construcción, 4,1% y manufactura no primaria, 3,2%).
Si bien es cierto que el Perú es uno de los países de la región que más ha avanzado en términos del PBI en los últimos 20 años, dicho crecimiento no se condice con los altos porcentajes de anemia, analfabetismo, pobreza y miseria, debido a que la riqueza generada por las actividades económicas es en parte interceptada por los misiles antibalísticos de un enemigo llamado “corrupción”.
Este flagelo encriptado en la mayor parte del aparato estatal afecta a los más pobres, limitando el acceso a la educación, salud, vivienda y servicios básicos, entre otros, lo que genera el incremento de problemáticas como la violencia y la delincuencia. Cuando los fondos recaudados se desvían a los bolsillos de los corruptos, se perjudica el financiamiento y se impacta en los programas de prestación de servicios básicos, afectando directamente a los más necesitados. Sin dejar de mencionar el dinero que debería ser destinado también para combatir la inseguridad ciudadana que afecta directamente a los micro y pequeños empresarios, y al ciudadano de a pie.
Parte de la solución pasa por mejorar la eficiencia en el gasto público y por combatir frontalmente la corrupción y la inseguridad ciudadana. La pobreza es un fenómeno complejo que afecta a millones de personas en todo el mundo. Una parte sustancial de nuestra población todavía vive en condiciones de pobreza. En el presente año se ha evidenciado que la pobreza ha aumentado, llegando al 30% de la población, sin dejar de considerar que hay otro 30% adicional catalogado como “vulnerable” que estaría cerca de ingresar a la franja de los más pobres, aquellos cuyos ingresos casi no cubren la canasta básica familiar. Recordemos que tuvimos un escenario similar en el 2004, cuando la pobreza alcanzó al 59% de la población, siendo las regiones más afectadas las zonas rurales olvidadas de la sierra y la selva, como siempre. Más de la mitad de los peruanos –al menos 17 millones de compatriotas– no posee recursos suficientes para acceder a una dieta balanceada de manera permanente.
En nuestro país, la anemia es el principal signo de malnutrición. Según la última Encuesta Demográfica y de Salud Familiar del INEI, la prevalencia de esta enfermedad en niños de 6 a 35 meses fue de 43,1% en el 2023. Estas cifras indican que enfrentamos un problema de salud pública severo que representa un retraso en comparación con años anteriores. Entre las graves consecuencias de la deficiencia de hierro están el bajo rendimiento escolar y el retraso del crecimiento.
Nos preguntamos de qué nos sirve tener una baja inflación dentro del rango meta mantenido por el BCR, un PBI de alrededor del 3%, reservas internacionales de US$83 mil millones, entre algunos otros indicadores más, cuando la realidad es otra. La tercera parte de la población se encuentra sumergida en la pobreza, lo que incluye a personas en situación de miseria.
Debería existir una relación inversamente proporcional entre el PBI y las cifras de pobreza; es decir, mientras se incrementa el PBI debería disminuir la pobreza, y no al contrario, como lamentablemente está ocurriendo ante la mirada indiferente del Ejecutivo. La excusa es que se necesita un crecimiento de 5% a 6% para reducirla.
Siempre debemos tener presente que nuestra Constitución, en su primer título, declara que el fin último de la sociedad y del Estado es la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad. Evidentemente, no hay respeto a la dignidad de las personas que viven en pobreza, y mucho menos de quienes sobreviven en la miseria.