No soy un experto en márketing, pero sonaría muy buena esa campaña, ¿no? Servicios gratis: sin duda, algo muy atractivo para los consumidores. El problema es que, si ocurriese, las cebicherías, las peluquerías y las compañías de taxi claramente no durarían mucho tiempo.
Esto es justamente lo que se discute cuando se pide que los bancos no cobren intereses. Estos últimos, a fin de cuentas, son lo que gana el banco por prestar un capital que no es suyo en su mayor parte y por el que tiene que pagar al ahorrista.
Con el cobro de intereses los bancos pagan, a su vez, los costos de gestionar su operación: los sistemas informáticos, la red de agencias, el personal, los impuestos, entre otros. En el caso de las instituciones microfinancieras, además, el gasto en personal es aun más alto pues muchos de sus clientes no tienen estados financieros por ser informales y son necesarios más funcionarios dedicados a entender sus finanzas. Por supuesto, otro costo que cubren los intereses que se cobran a los deudores es, como mencionamos, el pago de intereses a los ahorristas, pues, recordemos, 9 de cada 10 soles que prestan las instituciones financieras son de los depositantes.
Hay otro costo muy importante que cubren los intereses. Se trata del costo del riesgo de que algunos deudores no paguen sus deudas. El banco sabe que siempre habrá un porcentaje de deudores que, por distintos motivos imprevistos, no podrán pagar sus créditos. Y, para poder cubrir las pérdidas de esos casos y seguir siendo empresas viables tienen que hacer reservas que los contadores llaman “provisiones” y que se vuelven mayores conforme el riesgo de los deudores aumente. Lamentablemente, en situaciones como la generada por el COVID-19, la proporción de riesgos aumenta drásticamente y por ende los gastos de provisiones aumentan varias veces.
Hoy, ante la complicada situación que afrontan sus clientes, las instituciones financieras dan facilidades de pago, aumentando el plazo y bajando la tasa con el objetivo de ayudar a sus clientes y reducir las pérdidas. De hecho, a la fecha, las instituciones financieras han reprogramado los créditos de más de 6,2 millones de clientes, lo que incluye el 58% de los créditos Mype y el 53% de los créditos de consumo del sistema.
Pero, para lograr hacer eso, los bancos tienen que seguir cobrando intereses, así como las cebicherías por el cebiche, las peluquerías por el corte de cabello o las empresas de taxi por las carreras. De lo contrario, pueden suceder tres cosas: (i) que algunos desaparezcan porque, como las empresas antes mencionadas, no tendrán la capacidad de pagar por el pescado, el sueldo del peluquero o la gasolina del taxi; (ii) que tengan menor capacidad de ayudar a los que realmente necesitan facilidades; y (iii), sobre todo, que no puedan apoyar en la reactivación del país con nuevos créditos.
Habrá, por supuesto, quien opine que no se puede comparar bancos con pequeños negocios. Lo cierto, sin embargo, es que independientemente de su tamaño y del rubro en el que operan, no hay empresas inmunes a los principios económicos. De hecho, a raíz de la crisis que vivimos, la utilidad total de los bancos de enero a junio cayó un 52% con relación al mismo período del año anterior, según cifras de la SBS.
Vamos a poder salir de esta crisis si todos trabajamos juntos para ello y con el mismo norte. Pero esto será más difícil si no entendemos el funcionamiento y qué es lo que permite que hagan sus trabajo las cebicherías, las peluquerías, las empresas de taxis o, de igual forma, los bancos.