La colega Ana María Solórzano es la candidata del nacionalismo de cara a las elecciones de la nueva mesa directiva del Congreso de la República en medio –como lamentablemente casi siempre ha ocurrido– de un ambiente enrarecido por optar la presidencia del Parlamento. Sin embargo, debo destacar que veo con agrado que las dos listas en pugna sean lideradas por personajes con credenciales democráticas reconocidas y con una formación jurídica sólida. Tomando esto en consideración, podemos augurar que el resultado garantizará el respeto al Estado de derecho y a la división de poderes, pues tanto Javier Bedoya –el candidato de la oposición– como Ana María Solórzano han sido importantes miembros de la Comisión de Constitución del Congreso en los últimos años y entienden perfectamente que la agenda pendiente en el país y desde el legislativo pasa urgentemente por las reformas políticas del Estado, como la aprobación en el pleno de temas como la reinstauración del Senado, la eliminación del voto preferencial, el financiamiento estatal a los partidos políticos, la reforma a la Ley de Partidos Políticos, la no reelección inmediata de alcaldes y presidentes regionales, la sanción a los congresistas tránsfugas, entre otros temas que ya han sido aprobados en la Comisión y con mi presidencia donde ellos cumplieron un destacado papel en su debate y aprobación.
Debo manifestar también que firmé el documento de apoyo a la candidatura de mi colega y amiga Marisol Espinoza, a quien guardo un gran aprecio y con quien batallamos exitosamente como candidatos a vicepresidentes y congresistas de la República en la campaña del 2011. Fue allí donde aprendí a conocerla como una mujer sencilla, valiente, honesta y luchadora, características que relucieron en el ejercicio de su cargo de congresista y que le valieron que 22 colegas de la bancada firmáramos nuestra adhesión a su postulación. Esto, cabe resaltar, no enfrenta ningún impedimento constitucional, pues existe jurisprudencia política al respecto cuando, por ejemplo, Luis Alberto Sánchez y Máximo San Román, a su turno, fueron presidentes del Senado y también vicepresidentes de la República al igual que Luis Alva Castro en la Cámara de Diputados. Sin embargo, ante la postura del presidente Ollanta Humala de creer su postulación inconveniente por razones comprensiblemente de orden fáctico como que la doble función que podría ostentar (la de vicepresidenta de la República y presidenta del Congreso) acarrearía un aparente cruce de funciones y de poderes, a nosotros como parlamentarios no nos queda otra vía que seguir la línea institucional del Partido Nacionalista, pues siendo la bancada de gobierno un ente orgánico a las decisiones del partido estamos en la obligación de apoyar los acuerdos.
En cuanto a Ana Solórzano, le auguro el mayor de los éxitos, es una figura joven, fresca y estructurada, que de salir victoriosa en la lid oxigenará a la bancada y a la política nacional defendiendo además los fueros y derechos de la mujer peruana.
Se habla de su cercanía y amistad con Nadine Heredia y con el presidente de la República. ¡Enhorabuena! porque no concibo hacer política desde las fricciones entre el Parlamento con el Ejecutivo, sino por el contrario, desde su buenas relaciones para impulsar la gobernabilidad del país y el fortalecimiento institucional.