“Si las fuerzas políticas que integran la Mesa Directiva y sus aliados no dan soporte y gobernabilidad, no terminarán su período”.
Los Parlamentos con sus luces y sombras siempre serán los representantes de la voluntad popular, pese a la crisis de representación que afrontan en el mundo, unos países más que otros, claro está.
Y es que la soberanía nacional reside en el pueblo peruano, del que emanan los poderes del Estado. Este es el principio de legitimidad democrática, que es la base de toda nuestra ordenación jurídico-política.
Por esta razón, el Parlamento debe ser el escenario principal del debate y propuestas legislativas que contribuyan a la solución de los problemas y preocupaciones de los ciudadanos, y no todo lo contrario, como viene sucediendo en los últimos años. Los congresistas prestan un servicio público a los ciudadanos al legislar, fiscalizar y representar dentro de una democracia representativa.
Por lo tanto, una manera de reforzar la democracia es fortaleciendo el Congreso con una nueva Mesa Directiva, con liderazgo y sapiencia como si fuesen los “parliamentarians” de las cámaras estadounidenses.
Han empezado las negociaciones para la conformación de las listas de candidatos a una nueva Mesa Directiva conformada por un presidente y tres vicepresidentes, y no cabe duda de que será una elección muy disputada porque los 130 congresistas están dispersos en 11 bancadas y nueve no agrupados. Cada voto cuenta, para hacer la diferencia y gobernar por 12 meses el Legislativo. En realidad, son solamente ocho meses, pues en el último tramo “período de pato rengo” se debilita el poder poco a poco hasta el cambio de mando, casi ni les contestan el teléfono internamente y los trabajadores ni les obedecen.
Las bancadas más grandes de Fuerza Popular y Perú Libre están en las antípodas del pensamiento y visión del país entre sí, además de generar antígenos en algunos congresistas, por el costo político de aliarse. Por ello, se conformarán con una estratégica primera vicepresidencia, que maneje a toda la Mesa Directiva. Ganará quien sepa tejer con habilidad sus alianzas.
“La aritmética política obliga a trabajar en las divisiones partidarias; es decir, en comprometerse con todos, pero con ninguno a la vez”.
El Congreso Peruano es un crisol de opiniones y visiones políticas diferentes. Es el epicentro del poder y también el origen de muchas crisis. De todos los asuntos de los que se ocupa el Parlamento, quizá no haya uno más desgastante que la elección de la Mesa Directiva.
Bastante lejos están las épocas de las listas únicas. En los últimos 20 años solo ha ocurrido cinco veces. Siempre hay contienda y poco nivel de consenso. En los últimos 10 años, en las 13 elecciones realizadas, las del período 2021-2022 y 2022-2023 han revelado un serio problema. Con cuatro y seis listas, las elecciones de las últimas dos Mesas Directivas, respectivamente, explican por sí solas lo difícil que resulta hoy ponerse de acuerdo.
Esto podría explicar por qué las mayorías terminan transitando por el más elemental de los atajos: las iniciativas populistas.
¿Quién encabezará la próxima Mesa Directiva? La respuesta no es tan sencilla, pero puede ayudar un poco repasar que, en los últimos dos lustros, organizaciones políticas como APP, Podemos Perú, Fuerza Popular y Acción Popular, con siete, cinco, cuatro y tres participaciones en las listas ganadoras, han logrado cierta experiencia.
¿De qué depende? ¿Cuáles serían los factores determinantes? A menudo se piensa en la capacidad de un grupo parlamentario de influir en los demás manteniendo una posición coherente y significativa. FP, APP, RP o Cambio Democrático se muestran como las más cohesionadas hasta hoy. También se piensa en la capacidad para negociar y formar coaliciones con otros, materia prima del consenso anhelado, sobre todo en un Congreso tan fragmentado como el nuestro. Perú Libre ha sido capaz de coordinar con todos, pero lo que hace Podemos Perú desde hace rato es más interesante: le ayudó y mucho dirigir la Comisión de Presupuesto. Otro factor, quizá el menos relevante hoy, es el liderazgo y la personalidad de quien aspira a encabezar la lista, para comprometer uno a uno el voto de los menos cohesionados.
La aritmética política (pura y dura) obliga a trabajar en, o a pesar de, las divisiones partidarias, buscando terreno común con los otros; es decir, en comprometerse con todos, pero con ninguno a la vez. La lista favorita será la que haga ‘del centro’ el terreno fértil y de los compromisos para la aprobación de iniciativas legislativas diversas y la distribución de comisiones el péndulo mágico, porque presidir el Congreso hoy seduce más.
Una lista encabezada por APP o AP necesitará sin duda los votos de FP y el Bloque Magisterial. Pero también los votos de los ‘grupos’ en el interior de los grupos cuentan. Eso y el desprendimiento, un valor muy superior. Por eso la segunda vuelta casi siempre anticipa al ganador.
Axioma: el que puede no siempre quiere; el que quiere no siempre puede; el que puede no siempre llega, y el que llega no siempre se mantiene, porque podría ser, qué duda cabe, el próximo presidente (de la República).