“La detección de plagio no depende de un ‘software’ antiplagio, sino de la determinación de una persona que engañó”.
Lamentablemente se ha vuelto costumbre, casi a nivel de marca Perú, que alguna de las más altas autoridades del Ejecutivo (presidentes y ministros) y Legislativo (presidente y congresistas) hayan cometido plagio, ya sea en libros o en las tesis para obtener algún grado académico. Esta situación es coherente con la contrarreforma universitaria ya consumada y la contrarreforma magisterial en proceso que este régimen está empecinado en lograr. Y es que, es imposible que quienes dirigen el país se preocupen por el desarrollo académico de los niños y jóvenes del Perú cuando ellos ostentan grados que son producto de fraude académico.
Una de las defensas más usadas por los plagiarios y sus defensores es que al momento de su fechoría no estaba vigente la actual ley universitaria, las normativas sobre plagio implementadas por la Sunedu o que la universidad, a la que engañaron, no contaba con un software antiplagio.
En primer lugar, el plagio no aparece recién como falta en el ámbito académico peruano con la Ley Universitaria del 2014. Su tipificación ya existía en la mayoría de las instituciones serias del país. El problema era que en algunas universidades no tenían una normativa explícita sobre el plagio y p
or ello la importancia de la pasada reforma universitaria.
Además, hay antecedentes de sanciones de plagio en el sistema universitario peruano previos a la ley, incluido un caso que fue resuelto en el 2009 por el Tribunal Constitucional que involucraba a estudiantes de posgrado que plagiaron en un trabajo académico de ESAN. ¿Qué permitió que fueran sancionados? Que la sanción al plagio era explícita en sus normas.
En segundo lugar, se suele atribuir el porcentaje de similitud identificado con algún software antiplagio como una medida para establecer si se cometió plagio, pero los puntos de corte usados varían entre 10% y 30% en diferentes instituciones. Hay que recordar que ese porcentaje de similitud es solo el indicador que nos lleva a que una persona luego evalúe esos textos con similitud para determinar si existe plagio. Por ello, la detección de plagio (y su sanción) no depende de la existencia de un ‘software’ antiplagio, sino de la determinación de una persona que engañó a la institución presentando material ajeno como propio sin citar a los autores reales.
Finalmente, que una tesis tenga plagio es responsabilidad siempre del tesista, pero también del sistema académico que lo permitió: el asesor, jurados y responsables de proceso de revisión que no lo identificaron, así como de la universidad que no dio la formación adecuada, no detectó el caso y que, para aquellos que siguen sin sanción, no investigó o no tiene la normativa que permita una sanción.
Esperamos que las futuras autoridades no sigan la tradición de fraude académico que algunos líderes actuales dejan como su legado y que no tienen capacidad de reconocer su falta. A pesar de ello, es necesario que el sistema universitario peruano promueva la integridad académica en todos sus niveles.
“Si se publica una tesis plagiada, la responsabilidad recae en la institución para retirar el grado otorgado”.
Una tesis universitaria es una investigación original en la que el tesista plantea las preguntas que lo llevaron a realizarla y defiende el enfoque metodológico que usó para echar luces sobre un problema de investigación. Un jurado de expertos en la materia verifica que el autor haya llevado a cabo la investigación de manera autónoma y lógica, aplicando conocimientos pertinentes. Si considera que la tesis cumple con estos estándares, lo declara su par. Es responsabilidad institucional designar asesor y jurado.
La primera vez que se escuchó sobre plagio a nivel nacional, por la cobertura mediática, fue el caso de César Acuña para optar por su maestría en la Universidad de Lima. Lo sorprendente no fue el hecho, sino la respuesta de la universidad, que argumentó que no podía revocar su grado debido a la falta de regulación legal y que debía esperar la decisión de la fiscalía. Acuña es fundador de una universidad que ha producido más de 84.000 tesis, a pesar de contar con pocos investigadores.
Otro ejemplo cercano es uno de la Facultad de Arquitectura de una destacada universidad de ingeniería en Lima, que involucró el plagio del proyecto de arquitectura de la nueva sede de Concytec. Varios años después de realizado el proyecto, un joven copió el trabajo del estudio de arquitectura y lo presentó con algunas modificaciones como tesis de varios estudiantes. Pero tuvieron la mala suerte de que el arquitecto original formó parte del jurado y reconoció su trabajo. Sorprendentemente, la comisión creada por la decana no tomó ninguna medida, pese a las pruebas irrefutables presentadas.
Estos casos, junto con otros de notoriedad política, destacan plagios en tesis o artículos científicos, y las autorías falsas son problemas sistémicos en nuestro país. Nos recuerdan el mundo bizarro de los cómics de “Superman”. Un mundo en el que el antisentido es el modo de vida y en lugar de un felpudo de bienvenida en la puerta hay uno que dice “lárgate”.
El rol de la universidad es la transformación de la sociedad a través de la generación de conocimiento básico y aplicado a los territorios y particularidades históricas y sociales de la humanidad. Los países desarrollados son líderes porque invierten en universidades de investigación y promueven una cultura de excelencia académica. La importancia de la producción científica original, por pequeña que sea, reside en el desarrollo.
En el delito de plagio existe una responsabilidad compartida entre la institución académica y el estudiante. La universidad debe liderar la aplicación de una política de ética e integridad en la investigación, que aún está ausente. Si alguien plagia es porque su asesor de tesis no hizo seguimiento del trabajo cotidiano. Si llega a la defensa de la tesis, quiere decir que su manuscrito no pasó por Turnitin. Si se aprueba una tesis plagiada, quiere decir que el jurado no era experto y no hizo preguntas adecuadas durante la defensa. Si se publica una tesis plagiada, la responsabilidad recae en la institución para retirar el grado otorgado, ya que, por definición, una tesis debe ser un trabajo original. Pero en el mundo llamado Perú la inscripción en la puerta dice: “Lárgate, excelencia; lárgate, conocimiento”.