“Necesitamos encontrar consensos mínimos para poder aprobar verdaderas reformas (y no solo políticas)”.
La crisis de los últimos tiempos no comenzó con Pedro Castillo ni termina con su salida. Seis presidentes en seis años, tres congresos en el mismo período y un sentimiento de desconfianza generalizado hacen que esta crisis sea mucho más profunda y, por lo tanto, mucho más difícil de resolver.
Se nos presentaron diversas medidas que iban a “cambiarlo todo”: la reforma política de Martín Vizcarra, el cierre del Congreso en el 2019, el #QueSeVayanTodos que escuchamos desde el 2020, entre otras. Sin embargo, estas “soluciones” no cambiaron nada y, en realidad, nos empujaron a un ciclo populista del que parece no podemos escapar, empeorando la crisis.
Una lección debe ser desconfiar de aquellos radicales y oportunistas que proponen medidas inmediatistas y “perfectas”. En el fondo, lo que buscan es aprovechar el legítimo descontento ciudadano para generar caos y erosionar a las instituciones porque estas son los límites al ejercicio del poder político y evitan su abuso.
El adelanto de elecciones a abril del 2024 que aprobó el Congreso esta semana no es una solución mágica y desde Avanza País somos claros al señalarlo. Era una decisión necesaria, entendiendo que la situación de este gobierno es insostenible hasta el 2026, pero no va a solucionar automáticamente la crisis en la que estamos inmersos. Por eso es que ha sido tan importante no ceder ante la ola de violencia que exigía elecciones inmediatas.
Aprobar elecciones inmediatas, sin oportunidad de debatir reformas políticas mínimas, hubiese implicado, en la práctica, que la izquierda logre a través de la violencia en las calles lo que Castillo pretendió hacer y no logró con su golpe de Estado. Hubiese sido legitimar y premiar la violencia.
Ahora, si el adelanto de elecciones tuviera que irse a un referéndum, lo responsable es advertir que eso puede abrir la puerta a que la revocatoria de los mandatos presidenciales y parlamentarios se convierta en el pan de todos los días, hundiéndonos completamente en el ciclo populista.
La verdadera salida de esta crisis pasa por entender que no hay tal cosa como una solución mágica. Si queremos un país con instituciones fuertes, que defienda los derechos de los ciudadanos y que sea un lugar en el que cada peruano pueda desarrollar su proyecto de vida, debemos entender que el cambio que queremos no se va a dar de un día para el otro, sino que hay que empezar a construirlo, paso a paso, sin patear el tablero cada vez que no nos guste algo.
Necesitamos encontrar consensos mínimos para poder aprobar verdaderas reformas (y no solo políticas), pero también debemos entender que el camino que tenemos por delante para salir de esta crisis es largo y que, si bien las reformas no son varitas mágicas, significan que hemos comenzado a dar pasos en la dirección correcta. Debemos dejar algo mejor de lo que encontramos. Ese es el reto que tenemos delante.
“Solo una nueva clase política basada en la ética, el conocimiento y la tecnología podrá romper este círculo vicioso”.
El 2022 cierra con una crisis política de representatividad como consecuencia de un proceso de pérdida de legitimidad, la misma que debilita a los tres poderes del Estado. La solución no solo pasa por escuchar a la población y sus justos reclamos, sino por analizar qué falta en el Estado, cómo mejorar el servicio de sus instituciones, como las de justicia, educación, agrarias y de seguridad ciudadana, y cómo perfeccionar las normas electorales que deben mejorar las condiciones para elegir a quién presidirá el gobierno y a quiénes conformarán el Congreso.
Es este el punto de partida para iniciar la verdadera reforma del Estado, pues su actual estructura y funcionamiento han incrementado la corrupción, que además es una práctica que se hace recurrente también en ciertos sectores sociales.
Estudios recientes efectuados por la Contraloría General de la República refieren que los delitos contra la administración pública cometidos en instituciones públicas, empresas estatales y de administración mixta aumentaron durante el último decenio.
Una muestra de ello son los seis expresidentes de la República y los numerosos exgobernadores regionales y exalcaldes procesados por corrupción. Esto ha ocasionado que los gobiernos regionales y municipales hayan trabajado con cuatro presidentes y dos Congresos, lo que debilitó por cuatro años el proceso de descentralización.
Por otro lado, las autoridades elegidas por el pueblo deben de tener vocación de servicio y no responder a intereses personales partidarios. Para eso se requiere dictar nuevas normas.
Las reformas deben ser propuestas no solo para que atiendan la coyuntura, sino también el largo plazo, que sean fruto de la planificación y del consenso político y social.
Creemos firmemente que solo una nueva clase política basada en la ética, el conocimiento y la tecnología podrá romper este círculo vicioso de la ineficiencia que ha ocasionado caos y desorden en todo el aparato institucional del Estado y en los sectores sociales en el que se sufre la pobreza y la falta de oportunidades.
Todo esto puede evitar en gran parte la presencia de malas autoridades y oportunistas que lo único que motivan son conflictos sociales antes que propuestas de solución para los problemas del país.
Pero, además, se evitarán confrontaciones entre los tres poderes del Estado que sean frutos de intereses subalternos y no por las necesidades que tiene el país.
Consecuentemente, para alcanzar el desarrollo sostenible en nuestra patria se requieren reformas que no solo impacten en la estructura del Estado para hacerlo más eficiente, sino también leyes para tener mejores autoridades con más valores, comprometidas con los grandes intereses nacionales que por cientos de años no se han atendido, para conseguir el bienestar de los peruanos.
Esperamos que la actual situación de crisis que vive el Perú sea una verdadera oportunidad para hacer una real y positiva transformación en nuestro país y no otra oportunidad perdida más.