La relación entre bienestar y aprendizaje está ampliamente documentada. Una sólida cultura de bienestar en las instituciones educativas impacta positivamente en el rendimiento académico de sus estudiantes, en su comportamiento, compromiso, motivación y habilidades sociales. Las instituciones que carecen de una fuerte cultura de bienestar suelen tener índices más altos de violencia y acoso escolar, y un menor acompañamiento en los problemas de salud mental y comportamiento de sus estudiantes.
Esta evidencia debería impulsarnos a convertir el bienestar en un indicador de logro tan importante como las matemáticas, la comunicación o las ciencias.
Una robusta cultura de bienestar se construye día a día. Los docentes necesitan contar con un tiempo de reflexión para analizar su práctica diaria y diseñar mejoras que enriquezcan la experiencia de sus estudiantes. Si observamos, por ejemplo, que las estrategias de enseñanza que hemos diseñado para nuestra clase no están contribuyendo a la participación de nuestros estudiantes, o si percibimos que no están disfrutando de su aprendizaje, necesitamos replantear las estrategias para el día siguiente, generar variaciones para que los estudiantes se comprometan y conecten con la experiencia. La escuela es un lugar vivo que necesita preguntarse diariamente cómo contribuir en la construcción de una cultura de bienestar y desarrollo integral de sus estudiantes. No puede aferrarse a sus programaciones, tradiciones o estructuras conocidas frente a situaciones que claramente requieren un cambio.
¿Cómo sabemos que una institución educativa cuenta con una sólida cultura de bienestar? ¿Qué herramientas tiene hoy para autoevaluarse?
Este año, CADE Educación espera ofrecer a docentes, directivos, líderes y gestores educativos una suerte de hoja de ruta. Esta los orientará en la implementación de una política dentro de sus instituciones que contemple la multidimensionalidad del bienestar y que colabore en construir una relación de coherencia entre ideario (o discurso) y práctica.
Empezaremos definiendo el bienestar, explicando por qué necesita estar en el centro del quehacer educativo, cuál es la relación entre bienestar y aprendizaje, y por qué medirlo.
En el segundo bloque presentaremos las condiciones para construir una cultura de bienestar: por qué el ambiente físico, las interacciones, la idea de un maestro curioso, la neurodiversidad, la nutrición y la colaboración en el aprendizaje son algunas de esas condiciones innegociables para el desarrollo físico, emocional, social e intelectual de niñas, niños y adolescentes.
El tercer bloque estará dedicado a compartir estrategias eficaces de bienestar que las escuelas puedan introducir en su práctica diaria. Creemos que estas estrategias podrían inspirar la creación de otras nuevas y abrir una conversación sobre bienestar en sus instituciones educativas.
Las escuelas necesitan desarrollar una nueva inteligencia: una que esté observando los problemas cotidianos desde la perspectiva del bienestar, una que piense en cómo contribuir desde ahí para que se resuelvan. Introducir la perspectiva del bienestar en el análisis de los problemas permitirá a docentes, directivos y líderes mantenerse más cerca de sus estudiantes, de sus necesidades, de la calidad de su aprendizaje y de las estrategias que favorecen su desarrollo pleno.
El bienestar nos impactará positivamente a todos para que nuestro estar y aprender juntos sea de mayor calidad.