Bruselas. Hace dos semanas, el alcalde de Molenbeek ordenó el cierre de un bar de barrio en el que la policía de Bruselas encontró a jóvenes vendiendo drogas y fumando hierba durante el verano boreal.
El viernes pasado, el propietario de ese bar se inmoló en otro pequeño café, esta vez en París, en una misión de venganza de Estado Islámico.
El viaje de Ibrahim Abdeslam de dueño de un bar a suicida con bomba sigue siendo un misterio, al igual que el paradero de su hermano menor Salah, quien ahora es el prófugo más buscado de Europa pero que hasta hace poco era el administrador de Les Beguines, el bar de Ibrahim.
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— Mundo El Comercio (@Mundo_ECpe) noviembre 16, 2015
Los hermanos vendieron el negocio hace apenas seis semanas.
Hay una desconexión aparente en el hecho de que dos musulmanes, cuya religión prohíbe el uso del alcohol y el tabaco, hayan sido dueños de un bar en el que se transaban drogas en una tranquila calle del municipio Molenbeek de Bruselas, que se ha convertido en el centro de una cacería de islamistas con lazos con Siria.
Las investigaciones de ataques como el que dejó 129 personas muertas en París, sin embargo, han descubierto una y otra vez historias de vida cotidianas de inmigrantes árabes, asimilados a las preocupaciones y placeres vulgares de la vida de las ciudades europeas, que se han convertido a un fanatismo devoto y suicida sin que lo notaran familiares o amigos.
"Es impactante, especialmente cuando se trata de gente con la que pasabas el tiempo", dijo Nabil, de 25 años, mientras caminaba a casa desde su trabajo, pasando frente al café en la calle Beguines que solía ser propiedad de Brahim Abdeslam, de 31 años, ahora cerrado por una orden de tribunales.
"Ellos eran gente común, que disfrutaban de bromear", afirmó, mientras aún vestía su ropa de trabajo y una gorra de béisol. "No había nada radical sobre ellos (...) Estuvieron aquí la semana pasada con nosotros (...) Creo que fueron adoctrinados (...) Hay un autor intelectual detrás de todo", agregó.
Fuente: Reuters
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