El domingo la Knésset, el Parlamento israelí encargado de designar al primer ministro del país, concretó lo que desde la semana pasada ya se anunciaba como un cambio histórico. Los legisladores no solo consiguieron que Benjamín Netanyahu deje el poder tras 12 años en él sino que lo hicieron mediante una coalición tan heterogénea que mezcla a partidos ultranacionalistas, de centro y ultrapacifistas.
De esta forma, la denominada “coalición de cambio” designó como nuevo primer ministro al derechista Naftali Bennett, apoyado por Yair Lapid quien consiguió el segundo lugar en las últimas elecciones legislativas israelíes, celebradas el 23 de marzo.
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Para que en Israel se forme un nuevo gobierno este debe contar con una mayoría simple de votos; es decir, con 61 de los 120 parlamentarios a favor es suficiente, tal como sucedió en este caso.
Pero, ¿cómo llegó a este escenario una de las figuras más poderosas de la política israelí y qué expectativas hay para este nuevo gobierno? Al respecto, El Comercio conversó con Ariel Segal, analista político e internacionalista especializado en asuntos del Medio Oriente.
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—¿Cuál es su primer análisis sobre lo que acaba de ocurrir en Israel?
Haber logrado este gobierno es impresionante. Nadie se lo hubiera imaginado después de las elecciones. El partido de Netanyahu tuvo la primera oportunidad de formar gobierno al conseguir 30 escaños, no lo logró por dos meses pese a que los resultados indicaban que tenía todo para hacerlo: contaba con el apoyo de los partidos ortodoxos, de un partido religioso nacionalista incondicional y en el pasado gobernó con dos partidos que ahora conforman la coalición: el de Bennett, quien fue su ministro de Justicia; y el de Avigdor Lieberman, que fue titular de Defensa. Si uno hacía la suma era relativamente fácil que Netanyahu formara gobierno.
—¿Por qué no lo logró?
Lo primero es que se peleó tanto con Lieberman como con Bennett. Pero, además, el partido de Lieberman decidió desde hace años que no gobernaría en alianza con ortodoxos porque consideran que le quitan mucho presupuesto al país para sus escuelas de escrituras sagradas, no hacen el servicio militar obligatorio y ocurre mucho que los hombres de estos grupos estudian y las mujeres deben trabajar, por lo que hay mucha pobreza entre ellos. Estos partidos apoyan al partido que consigue más votos a cambio de buenos presupuestos y buenos ministerios, generalmente los de Interior, Educación e Inmigración. Lieberman hizo un giro hace un tiempo para acabar con la presencia de partidos religiosos en los gobiernos y la mayoría de los que votaron por él son nacionalistas antiortodoxos. Bennett tiene una posición más suave frente a los ortodoxos, pero no sé si les daban los números (para formar gobierno) si entraban sin el de Lieberman.
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—¿Por qué Yair Lapid tuvo esta opción de formar gobierno?
Porque quedó en segundo lugar en las elecciones, con 18 escaños. Entre los partidos liberales, los que no apoyan a los ortodoxos y los denominados de izquierda, la sumatoria no daba. Por eso parecía un saludo a la bandera que le dieran 30 días para formar gobierno. La inteligencia de Lapid fue entender que necesitaba de los dos partidos nacionalistas, se acercó a Lieberman porque tienen en común el que no quieren a gobiernos con partidos de ortodoxos. Luego se acercó a Bennett y lo convenció ofreciéndole que él fuera primer ministro por dos años. Tuvo mucha habilidad política y demostró una visión de estadista porque no pensó en su beneficio personal sino en el del país. Aunque uno nunca sabe en un sistema parlamentario si un gobierno durará los cuatro años o no. Lapid hizo una jugada que nadie se esperaba, ni el propio Netanyahu.
—¿Cuáles son sus previsiones para este nuevo gobierno?
El mérito es que ha conseguido una coalición que nadie se habría imaginado en la historia de Israel: ultranacionalistas con ultrapacifistas, sumados a ellos los de centro, y la cereza es que entró por primera vez un partido árabe-islámico (la Lista Árabe Unida). Esto implica que representa a buena parte de la sociedad, no solo de la población judía. Yo creo que abordará temas como quitar influencia de los ortodoxos en temas políticos, además la presencia de Netanyahu por 12 años en el poder lo convirtió en una especie de Donald Trump que se inmiscuía mucho en las instituciones y las estaba empezando a desestabilizar. Este gobierno permitirá curar la institucionalidad en Israel.
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—¿Qué se puede esperar con la presencia de la Lista Árabe Unida?
Ellos quieren asignar más presupuesto a los árabes israelíes, que representan al 20% de la población. No pondrá mucho foco en el conflicto palestino-israelí porque su líder (Mansour Abbas) se separó del resto de los partidos árabes y puso en la agenda los intereses de los árabes que viven dentro de Israel.
—¿Habrá mucha diferencia respecto al gobierno de Netanyahu?
Poco a poco el mundo se dará cuenta que Bennett es un mano dura, ideológicamente muy parecido a Netanyahu. Imagino que debe haber conversado mucho con Lapid para que haya un solo mensaje hacia el mundo, el primer ministro y el canciller no se pueden contradecir. Pero en Israel hay consensos en casi toda la población –por no decir el 100%- en temas como que si Hamas lanza cohetes hay que responder el ataque o la posición frente a Hezbolá y el peligro de una bomba nuclear en manos de Irán. En esos temas de política exterior estarán de acuerdo. En el tema palestino no.
—¿Cómo cree que se manejará el conflicto palestino-israelí con este nuevo gobierno?
Yo me imagino que la palabra que lo resume es prudencia. Primero, restablecerá las relaciones con Estados Unidos. Netanyahu no iba a tener mucho futuro con Joe Biden. Bennett, a pesar de su posición y si no hace provocaciones innecesarias, puede llevarse bien con EE.UU. Además, imagino que se habrán puesto de acuerdo en una especie de congelamiento de construcción de asentamientos en Cisjordania como para mantener el statu quo. No creo que se echen para atrás ni aceptarán con brazos abiertos las negociaciones, aunque puede que ocurra, pero probablemente serán mucho más prudentes que Netanyahu. No estarán construyendo asentamientos a diestra y siniestra sabiendo que a nivel mundial es visto como una provocación.
—El primer ministro palestino dijo que con la salida de Netanyahu “acabó la peor etapa del conflicto”.
Yo lo que escuché es que consideraban que sería un gobierno igual, que la presencia de Bennett y Lieberman no cambiaría la historia. Pero es que Trump hizo tantas cosas que perjudicaron a los palestinos que uno no puede vislumbrar que con el nuevo gobierno empeore. Netanyahu habrá convencido a Trump del tema de la embajada de Israel, EE.UU. dijo que la construcción de asentamientos es legal. Cualquier gobierno en Israel, por más nacionalista que sea, por prudencia no entra a esos juegos que pueden incendiar la pradera. Probablemente Bennett entiende que Biden echara para atrás lo de considerar a los asentamientos como ilegales. Considero que será más prudente, no reclamará nada. Pero estamos en Medio Oriente, no se puede saber qué pasará en futuros conflictos con Hezbolá, Hamas o Irán. Dependiendo de eso este gobierno logrará mantenerse o no.
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—¿Usted cree que resistirá?
Si me baso en la parte interna, no veo razón para que no resista. Incluso hasta quienes menos simpatizan con los partidos de Lieberman y Bennett, o a quienes menos les gusta el Partido Laborista y el árabe, la mayoría están muy contentos de que se haya logrado un gobierno de consenso y que representa a tantos grupos. Ahora, no solo depende de Israel sino de la parte palestina, de si Irán incita a grupos como Hezbolá, del tema nuclear. A Irán y a los grupos extremistas les conviene que Netanyahu vuelva al poder porque aísla a Israel de la comunidad internacional.
—¿Cuál es su balance sobre lo que Netanyahu hizo durante el conflicto palestino-israelí?
Netanyahu demostró que para la mayoría de países árabes y del mundo la creación de un estado palestino no es muy relevante. A pesar de todo lo que hizo, no hubo posturas como frente a Venezuela o Putin. Hubo muchas declaraciones pero no afectó a las relaciones verdaderas con Israel ni con países árabes ni europeos ni de ningún lado. Todas las cosas que hizo Netanyahu en los últimos años, que fueron muy perjudiciales para el tema palestino, no hicieron que Jordania o Egipto rompieran relaciones, incluso se dio el lujo de firmar el acuerdo de paz con países árabes luego de que Trump les prometiera muchas cosas. Netanyahu demostró que los países árabes están más preocupados por el tema iraní, el extremismo radical del Estado Islámico y de Al Qaeda, y de temas económicos. Dentro de todo deja un legado de demostrar que Israel puede hacer lo que quiere y no le afecta diplomáticamente. El Medio Oriente cambió con la invasión a Irak, la Primavera Árabe y más, y Netanyahu entendió que con esos cambios a los países árabes y musulmanes el tema palestino no les importaba.
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—Netanyahu ha dicho que buscará “derrocar” al nuevo gobierno, ¿cuánto influirá esto en la estabilidad del país?
Será el líder de la oposición como miembro del Parlamento. Desde ahí intentará bloquear muchas cosas, pero si se mantiene esta coalición y votan unánimemente tienen 61 escaños contra 59. Ese pequeño margen les permitiría gobernar en todo. El daño es limitado a menos que se resquebraje el gobierno. El otro asunto es si dentro de los partidos nacionalistas encuentra a un parlamentario que esté en desacuerdo con las cesiones ideológicas, Netanyahu es un gran intrigante, un político con mucho olfato y astucia, lo podría convencer de votar con él y el gobierno cae mañana, pero todo dentro de la vía democrática y parlamentaria.
—Netanyahu acumula tras procesos legales en su contra, ¿qué futuro cree que tengan ahora que no es primer ministro?
No soy experto en temas legales, pero lo que sí te puedo decir es que igual se la estaba jugando al ser primer ministro porque no te da inmunidad. Pero, claro que utilizaba a la política para maniobrar y retardar los procesos judiciales; por ejemplo, retrasando el nombramiento del ministro de Justicia o buscando a uno que le conviniera para obstaculizar lo que hacía la Corte Suprema. Al perder poder político está más expuesto a los juicios y creo que parte de su lucha a muerte por mantenerse en el poder, más allá de que es sumamente ambicioso y arrogante llegando a creer que está destinado a ser primer ministro por mucho tiempo, tendría mucho que ver con estos casos judiciales.
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