La guerra que se libra desde hace casi seis meses en la franja de Gaza ha llevado a que la hasta ahora sólida relación entre Israel y Estados Unidos se haya deteriorado como pocas veces. Esto ha quedado reflejado luego de una inédita abstención de la delegación del país norteamericano frente a una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU respecto a un alto al fuego en el enclave palestino, cuando antes casi siempre la vetaba. La decisión enfureció al gobierno de Benjamín Netanyahu al punto de cancelar el viaje a Washington de una delegación de alto nivel que pretendía tratar asuntos referentes a la campaña militar.
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Los atentados terroristas perpetrados por Hamas el 7 de octubre provocaron una ofensiva militar israelí sobre la franja de Gaza con la clara misión de erradicar al grupo que controla el enclave desde el 2007. Desde el inicio de la misma, la Administración Biden pidió a Netanyahu que lo hiciera “de la manera correcta”, en referencia a priorizar la protección de la población civil en el enclave palestino.
El Ministerio de Salud gazatí, sin embargo, asegura que desde el inicio de la guerra han muerto más de 32 mil personas, la mayoría de ellas civiles. Esta es una cifra que Israel pone en duda debido a que Hamas controla dicho organismo.
Pese a ello y fiel a su política de los últimos 75 años, Estados Unidos no titubeó hasta ahora en apoyar a su principal aliado del Medio Oriente en todos los campos posibles. Ya sea enviando suministros militares, vetando resoluciones que buscaban un alto al fuego alegando que no se priorizaba la liberación de los rehenes aún en manos de Hamas o con una activa gestión diplomática.
Estados Unidos no solo participó de las conversaciones impulsadas por Qatar y Egipto que llevaron a una breve tregua entre Israel y Hamas para un intercambio de rehenes por prisioneros a fines de noviembre del año pasado, sino que además el secretario de Estado, Antony Blinken, visitó el país en seis oportunidades y el propio Biden estuvo en suelo israelí condenando los ataques terroristas, consolando a las familias de las víctimas y abrazándose con Netanyahu en diciembre del 2023.
Por ello, cuando este lunes 25 el Consejo de Seguridad sometió a votación la propuesta presentada por Rusia y China para alcanzar un alto al fuego durante el Ramadán, pero que no vinculaba la misma a la liberación de los rehenes -la principal exigencia de Israel-, sorprendió que la representación estadounidense no ejerciera su derecho al veto y se abstuviera.
- La respuesta israelí -
Inmediatamente después de conocerse la abstención estadounidense, la Oficina del Primer Ministro israelí emitió un comunicado calificando de “un claro retroceso de su posición constante en el Consejo de Seguridad desde el comienzo de la guerra” y asegurando que esto “perjudica los esfuerzos bélicos y los esfuerzos para liberar a los rehenes”.
En consecuencia, además, la misma oficina anunció que se cancelaba el viaje previsto para esta semana a Washington del asesor de seguridad nacional, Tzachi Hanegbi, y del ministro de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer.
“Esta es una resolución adoptada en el marco del artículo 6 de la Carta de las Naciones Unidas; es decir, no implica sanciones, es sobre todo declarativo. Distinto hubiera sido si se adoptaba en razón del artículo 7. Pero el Gobierno de Israel lo tomó con suma gravedad porque no entiende que algo tan evidente como es la destrucción de Hamas, que es lo mismo que Estados Unidos hizo con el Estado Islámico, sea algo cuestionable”, explica a El Comercio el analista político especializado en asuntos de Medio Oriente y director de Hatzad Hasheni, Gabriel Ben Tasgal.
El gobierno estadounidense confesó estar “muy decepcionado” por la decisión de Netanyahu, según expresó el vocero de la Casa Blanca John Kirby.
El viaje de Hanegbi y Dermer tenía como objetivo principal escuchar las alternativas estadounidenses para evitar una operación terrestre en Rafah, uno de los puntos de mayor fricción entre Israel y Estados Unidos. Mientras que Netanyahu ve imperativa la operación sobre la ciudad sureña, Biden considera esta opción como una “línea roja” debido a que es donde se alojan los 1,4 millones de desplazados gazatíes que ha dejado la guerra hasta ahora.
“La gran disputa y la gran discusión acá es que Estados Unidos da a entender que un ataque israelí contra Rafah, el último bastión con cuatro batallones ordenados de Hamas, no podría asegurarse sin antes movilizar a un millón y medio de palestinos que están ahí. Estados Unidos dice que se mueva a la población, se aumente radicalmente el ingreso de ayuda humanitaria y que no se ataque Rafah porque será grave. Israel responde que atacará con o sin ayuda norteamericana porque hay un convencimiento tanto del gobierno como de la población de que Hamas debe ser derribado del gobierno. Y para eso deben derribar Rafah o podrían volver a tomar el dominio de la franja”, explica Ben Tasgal.
Sin embargo, las razones detrás de la abstención estadounidense no solo se limitarían a la preocupación por la población civil gazatí sino que también responderían a los intereses electorales del actual mandatario.
Pese a que Biden es el virtual nominado demócrata para los comicios presidenciales de noviembre, durante las primarias de su partido se ha visto el fortalecimiento del movimiento ‘uncommitted’ (voto de los no comprometidos), el cuál surge como protesta principalmente por el apoyo estadounidense a Israel durante la guerra.
La base demócrata teme que un crecimiento de los disconformes pondría en serio peligro sus intenciones de reelegirse en la disputa electoral que muy probablemente librará contra Donald Trump.
Esta preocupación se ha visto reflejada, por ejemplo, en el discurso del estado de la Unión que brindó Biden hace unas semanas, donde entre otras cosas anunció que el ejército estadounidense crearía un puerto temporal en Gaza para facilitar la llegada de más ayuda humanitaria para los civiles.
“Hay una situación real y es que la presión interna del Partido Demócrata es importante para Joe Biden, especialmente en época de elecciones. Entre los demócratas hay fuerzas progresistas o de izquierda que son muy importantes y presionan a Biden para que, entre otras cosas, reduzca su apoyo a Israel porque eso podría quitarle el apoyo de grupos afroamericanos y musulmanes. Ante esta situación, el mandatario se ve forzado a hacer ciertos movimientos declarativos y prácticos para intentar salvar una situación compleja”, comenta el analista.
- Fricciones pasadas -
En los 75 años de existencia del estado de Israel, Estados Unidos ha sido por mucho su principal aliado. Anualmente, desde Norteamérica se envían miles de millones de dólares en ayuda militar al ejército israelí; además, Washington ha jugado un papel clave en los acuerdos de paz que han ido consiguiendo los hebreos con sus vecinos árabes e incluso en los innumerables intentos por darle solución al conflicto que mantienen con los palestinos.
Sin embargo, el camino no siempre ha sido de color rosa y Netanyahu sabe de primera mano cómo levantar chispas con su aliado norteamericano.
“No es la primera vez que Netanyahu desafía al gobierno estadounidense, antes se ha atrevido a ir a una sesión bicameral del Congreso estadounidense para hablar en contra del acuerdo nuclear con Irán. Entonces, no es la primera vez que Netanyahu desafía al gobierno estadounidense y a los presidentes demócratas”, recuerda Ben Tasgal.
El episodio al que hace referencia el analista tuvo lugar en marzo del 2015, cuando el primer ministro israelí llegó por invitación de los congresistas republicanos -cuando el protocolo dicta que es la Casa Blanca la que extiende este tipo de invitaciones- y se dirigió a la Cámara Baja para advertir sobre los riesgos de seguridad que implicaba alcanzar el acuerdo con Irán.
Para Ben Tasgal, aquel discurso provocó que un año y medio más tarde Estados Unidos cometiera “una gran traición”.
“No es la primera vez que el Partido Demócrata hace algo así. Lo más grave fue cuando Barack Obama, en el año 2016, antes de entregarle el cargo a Donald Trump, no vetó la resolución 2334 que determinaba que Israel estaba ocupando territorios palestinos más allá de la Línea Verde. Esa era una forma contundente de decir que los territorios están ocupados, cuando otra visión plantea que esos territorios están en disputa. Esa fue una gran traición, en comparación con eso esto es algo relativamente menor”, asegura.