Sócrates ha muerto, pero su filosofía sigue adelante en el Mundial. Aquel genio de la volante del Brasil que mereció ganar España 82. El doctor. Acaso uno de los padres de esa hoy olvidada democracia corinthiana. Todos son él. Y él estaría, seguramente, protestando por un Brasil 2014 que hoy se despinta por los reclamos al gobierno. Por el gas pimienta, por las balas de goma. Porque hay quienes dicen que el Mundial de Brasil no es para los brasileños.
Mientras en Sao Paulo la gente protesta apenas a unas horas de inaugurarse el torneo y los manifestantes son duramente reprimidos por la policía, el 'scratch' se alista para jugar el el estadio del Corinthians, el club donde en los años 80 se vivió una democracia implacable.
Fue un experimento extraño ese que hizo bajo la venia del presidente Adilson Monteiro, y que Galeano resume así: "Los jugadores conquistaron la dirección del club Corinthians, uno de los clubes más poderosos del Brasil, y ejercieron el poder durante 1982 y 1983. Insólito, jamás visto: los jugadores decidían todo entre todos, por mayoría. Democráticamente discutían y votaban el método de trabajo, el sistema de juego, la distribución del dinero y todo lo demás. En sus camisetas, se leía: Democracia Corinthiana".
El ideólogo de ese movimiento fue Sócrates, un volante diestro pero con el corazón a la izquierda que se graduó como el rebelde del fútbol y halló en su club el lugar preciso para su revolución ideológica: en plena dictadura militar, el 'Timao' exigía elecciones directas a los militares de turno.
"Abolimos el proceso que existía en el fútbol, donde los dirigentes impedían que los jugadores se hicieran adultos”, reveló Sócrates mucho después. “Al inicio hubo ansiedad en mis compañeros. No estaban acostumbrados a expresarse, a decidir. Pero fueron aprendiendo". Y vaya que lo hicieron.
Al final cuenta Ezequiel Fernández Moores citando al crack, “votar se volvió un vicio”. Un día, durante una gira en Japón, se votó a mano alzada si se autorizaba a Walter Casagrande a dejar el plantel porque el delantero extrañaba mucho a su novia. Y el voto de cada miembro del equipo, de cada utilero, del DT –todos– tenían el mismo valor.
La Democracia Corinthiana llegó hasta la tribuna. Dio el impulso para que la gente enfrentara poco a poco a la dictadura. En 1982, cuando los militares claudicaron en su oposición a las elecciones en el estado de Sao Paulo, la camiseta de los jugadores no tenía apellidos como ahora, sino una consigna: "Día 15, vote". Un año después, durante la final paulista, el equipo donde ahora juega Paolo Guerrero ingresó al campo del Pacaembú con una banderola: "Ganar o perder, pero siempre con democracia". Y ganaron 1-0.
El experimento que tuvo como resultados dos títulos, acabó un día en que directivos adeptos al régimen retomaron las riendas del club a través del fraude y el gobierno confirmaba que el parlamento iba a seguir eligiendo (al mismo) presidente. Entonces Sócrates se fue a Italia.
De Sócrates ha quedado el recuerdo de su juego del mejor Brasil que no ganó un Mundial, la fantasía de su diestra y las vinchas en las que se leía cosas que hoy suenan tan lejanas en Sao Paulo, como "Paz".