En un momento en que el mundo vive conflictos de gran impacto geopolítico y afronta serios desafíos, Latinoamérica parece haber dejado atrás los esfuerzos por mejorar la convivencia en la región. El distanciamiento –en el que no han faltado los agravios entre jefes de Estado– se ha hecho más evidente en los últimos meses y tuvo como punto más crítico el asalto a la Embajada de México en Quito por las fuerzas ecuatorianas hace apenas dos semanas.
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El excanciller mexicano –además de excandidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en las últimas elecciones– José Antonio Meade aboga por un acercamiento que permita reencauzar las relaciones, algo necesario entre su país y el Perú, cuyo lazo se mantiene a nivel de encargados de negocios desde el 2023. De visita en Lima por el décimo aniversario del ‘think tank’ Videnza, conversó con El Comercio sobre relaciones internacionales y las elecciones que México celebrará el 2 de junio.
— ¿A qué atribuye este ambiente regional tan crispado?
Déjeme dar un paso atrás. Yo vine al Perú hace diez años para inaugurar la Alianza del Pacífico y en ese entonces sentíamos que la región por primera vez no solo hablaba de integración, sino que la ponía en marcha. Diez años después, no solo no hay una gran capacidad de convocatoria para el diálogo, parece incluso no haber mucho interés.
— ¿Qué ocurrió?
Yo creo que parte de lo que pasó es que la política exterior se fue acercando a ser cada vez más un instrumento de la política interior en vez de algo que la complementara. Estamos en un momento en que hay ausencia de diálogo, y vale la pena retomar esa práctica porque es lo que nos va a ayudar como región.
Un diálogo, cuando se hace bien, se traduce en instituciones, en una arquitectura jurídica que permite que alcancemos resultados en muchísimas dimensiones. Cuando los países hablan, acuerdan, construyen instituciones, eso implica que más gente viaja, más gente tiene becas, hacemos más proyectos de investigación conjunta, nos presentamos frente al mundo de una forma más articulada que llama más la atención, alcanzamos una economía de escala diferente y hoy como que todo eso ha pasado a segundo plano.
Yo creo que a veces hemos equivocado el diagnóstico y, ni esas políticas, ni esa política exterior, ni esos espacios de movimiento, son los que explican los problemas que tenemos y por eso yo creo que vale la pena hacer una pausa, ver dónde estamos y analizar por qué.
— ¿Cuál es el impacto del asalto a la legación mexicana en Quito en la Alianza del Pacífico y en la región?
Cuando uno hace una evaluación de la política exterior, hay cosas que son relativas, la política exterior es una política de gobierno, no de Estado. Pero sí hay algunos absolutos y uno de ellos es que un país anfitrión nunca toma por asalto una embajada. Eso debería preocuparnos a todos porque sienta un precedente que es muy relevante. No hay nada que justifique que uno tome por asalto una embajada.
— El gobierno del presidente ecuatoriano, Daniel Noboa, ha dicho que el operativo se realizó porque su gobierno se oponía al asilo del ex vicepresidente Jorge Glas. ¿Considera que hubo una actitud injerencista de parte del gobierno mexicano?
Es que yo creo que es irrelevante. Frente a absolutos se debe hacer un punto y aparte de cualquier otra consideración. Puedo discutir en diferentes foros, al amparo de diferentes instrumentos, pero tenemos que sacar de esa ecuación algo que no se puede hacer. No hay nada que justifique que uno tome por asalto una embajada. Todo lo demás yo creo que se puede debatir, analizar, cuestionar, interpretar. Para todo lo demás hay caminos.
— El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha tenido cruces con el presidente argentino, Javier Milei, que a su vez ha tenido choques con su par colombiano, Gustavo Petro. ¿Qué nos dice esto?
Hace 10 años celebrábamos con gusto a la CELAC como el primer espacio en donde se juntaba la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, y la celebramos con la presencia de prácticamente todos los jefes de Estado del continente. Poco después fue la Cumbre las Américas, que igualmente tuvo gran concurrencia y eventos simbólicos muy importantes. Hoy vemos casi ningún espacio regional, y si me empujas un poquito, casi ningún gobierno, que esté exhortando a que tomemos la práctica del diálogo. Y los problemas de Latinoamérica no se van a corregir si no los enfrentamos juntos.
Enfrentamos un reto, por ejemplo, en materia de bandas criminales que son multinacionales y que no respetan fronteras. Enfrentamos un mundo con muchos retos en lo económico, en lo social, en la inclusión, en la salud. Todo hay que conversarlo. Latinoamérica va a estar más pertrechada si se logra reactivar este llamado a que nos sentemos y conversemos.
— Muchos de esos retos son comunes entre México y el Perú, cuya relación es tensa desde el 2023. AMLO ha sido quizá el mandatario que más ha criticado a la presidenta Dina Boluarte. ¿En qué punto está la relación ahora?
La canciller mexicana, Alicia Bárcena, ha dicho que ella espera que mucho de esto sea temporal, que la relación se reencauce y se dialogue. Y yo tengo mucha confianza en que eso será así porque es mucho lo que nos vincula a los dos países. No hay temas pequeños para la relación entre México y el Perú.
— ¿Cree que habrá un giro en las relaciones con el cambio de gobierno que se acerca en México?
Las elecciones son bien importantes y una de las dimensiones sobre las que las decisiones giran es en torno a que los candidatos expliquen cómo ven a su país relacionarse con el mundo, con sus vecinos, con la región. Las elecciones en consecuencia son espacios de revisión de cada una de esas variables. Habrá elecciones en México y eso quiere decir que la geopolítica seguramente va a ser diferente el año que entra en comparación a este.
— Aunque México atribuye la exigencia de visa a peruanos a temas de inmigración irregular, el contexto permite pensar que hay motivaciones políticas...
En diplomacia las palabras importan y aquí hay que dar prioridad a lo que han expresado ambas cancillerías y se ha reiterado que este es un tema temporal y que se va a dialogar. Yo creo que así va a ser.
— ¿Cuál cree que es la imagen internacional o regional que tiene el gobierno peruano en este momento?
Parte de lo bonito del trabajo de la política exterior es que se debe defender la imagen del propio país en el mundo, y esa defensa tiene mucho que ver con lo que está pasando dentro. En el caso de México, ciertamente la defensa de ese buen nombre tiene que ver con nuestros retos, se apalanca en nuestras oportunidades, depende, por lo tanto, de la coyuntura, de las complejidades y de las circunstancias. Considero que lo que toca hacer a cada uno es justamente tratar de que esa imagen, ese prestigio, se preserve y se potencie y tiene que tener consonancia lo que uno está diciendo afuera con lo que está pasando adentro del país.
—¿Cómo evalúa la forma en la que López Obrador ha manejado la política exterior mexicana?
Es un legado distinto. Si uno revisa un poco las plataformas electorales de las dos administraciones anteriores, el presidente Peña Nieto hizo campaña sobre la base de que México fuera un actor con mayor responsabilidad global. El presidente López Obrador hizo campaña sobre la base de que la mejor política exterior es la política interior. Justamente por eso las elecciones tienen impacto. No puede uno juzgar la política exterior comparando una con otra, sino comparando más bien lo que una se planteaba cada una respecto de lo que logró. Yo creo que el presidente ha hecho una política exterior en donde lo que se pone de privilegio es su política interior.
—Y lo ha hecho con un estilo bastante particular, muchas veces con un enfoque desde el nivel personal…
Yo creo que hay lecciones de la forma en cómo se comunica. No es hasta hace relativamente poco que los presidentes empiezan a hablar directamente con los ciudadanos, ensayando distintos modelos, algunos lo hacen con redes sociales, el presidente mexicano lo hace en un ejercicio todas las mañanas. Es un estilo particular de gobernar, pero yo creo que de todos esos experimentos uno tiene que ir aprendiendo. No puede uno hablar con los ciudadanos como se hablaba antes, probablemente tenga uno que enseñar diferentes métodos, pero cuando uno voltea a ver el mundo, la constante es que ahora hay un diálogo no curado, no a través de poderes, sino un diálogo directo. Hay que reflexionar sobre cómo se hace, con qué reglas, con qué modalidades, de qué manera y con qué límites debe darse ese diálogo.
— ¿Qué cambios ve en México respecto a comicios anteriores?
Tenemos un México con un gran potencial. También es un México que en la elección pone en contraste dos modelos y visiones, dos diferentes formar de organizarse entre el sector público y el privado. Yo creo que México cambió desde un entorno en donde se ponía al centro cómo generar condiciones para que el sector privado participara en el fortalecimiento de algunos sectores a un entorno en donde lo que se puso al centro fue más bien cómo fortalecer frente a ese sector privado la presencia del gobierno. Y la elección de ahora va a ser una oportunidad de ver en dónde nos ubicamos respecto de estos dos extremos. En ese sentido, es una elección relevante.
— También es una elección histórica porque dos mujeres definirán la presidencia.
Ese de por sí ya es un elemento extraordinario. Yo creo que si uno hace cuentas de cómo se transformó la política mexicana en esa dimensión en apenas una década es muy sorprendente. Es posible que en los últimos 10 años, por ejemplo, hayamos tenido más mujeres gobernando estados que casi en todo lo que iba de nuestra su historia previa a ello. Entonces va a ser un cambio significativo, importante y yo lo veo como positivo.
— La violencia electoral está ensombreciendo en la campaña. Ya hay más de 270 candidatos que han pedido protección y varios candidatos han sido asesinados. ¿Por qué el país no parece avanzar en este aspecto?
Este tema es muy relevante y de nuevo nos regresa a la ventaja del diálogo. Mucha de la violencia tiene expresión electoral, en contra de medios, en contra de defensores de derechos humanos, tiene una expresión cotidiana en perjuicio del ciudadano y eso obliga a un accionar doméstico, pero también a un accionar coordinado con otros países de la región porque es una problemática que nos aqueja a varios y yo creo que es un tema que no debe de normalizarse y que debe de ser parte del diagnóstico de las propuestas.
— El presidente mexicano mantiene una alta popularidad y la candidata oficialista, Claudia Sheinbaum, va primera en las encuestas. ¿Ve una continuidad del gobierno actual si es que ella gana?
En cuanto a la popularidad del presidente, creo que esta presidencia cotidiana que él realiza pues ciertamente es muy relevante en términos de cómo se fija, se decanta y se discute la agenda pública. Sobre lo otro, a veces hay un profundo divorcio entre lo que la gente cree y lo que realmente sucede. Si uno revisa literatura, menos del 4% de la población cree que el político cumple su palabra y la verdad es que, en términos generales, la plataforma electoral se convierte en programa de gobierno y el programa de gobierno sí se ejecuta. A lo mejor no se alcanzan los objetivos que se plantea el político en campaña, pero las acciones sí se ejecutan. Vale la pena ver las plataformas para tomar la decisión.