El abogado de 44 años Sebastián Sichel era una de las cartas más competitivas de la derecha para ser el nuevo presidente de Chile, pero diversas polémicas y la pérdida de apoyo del sector más conservador lo dejaron fuera del abanico de favoritos para los comicios del 21 de noviembre.
La victoria en las primarias de julio pasado fue su primer y hasta ahora único triunfo electoral: después de dos intentos fallidos por llegar al Congreso, Sichel sorprendió obteniendo un 49 % de los votos y venciendo a tres candidatos apoyados por partidos tradicionales del oficialismo.
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Ese primer impulso devino con el paso de los meses en una apuesta cuestionada por vínculos empresariales, lobby y el descuelgue de personeros de los partidos que se habían comprometido a apoyarlo tras ganar las primarias y que finalmente decidieron respaldar al candidato ultraderechista José Antonio Kast.
DE IGLESIAS A SICHEL, DE IZQUIERDA A DERECHA
El político integró el equipo del Ministerio de Economía durante el primer Gobierno de la socialista Michelle Bachelet (2006-2010), entonces con el nombre de Sebastián Iglesias, el apellido de su padrastro con el que vivió hasta los 30 años, cuando tras conocer a su padre biológico decidió cambiarlo.
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Ya con el apellido Sichel ocupó varios cargos durante la presente Administración del conservador Sebastián Piñera, entre ellas la de ministro de Desarrollo Social, en 2019, pasando luego a ocupar la presidencia del Banco Estado, donde encabezó las gestiones de ayuda económica en medio de la pandemia, muy criticadas por los bajos montos entregados a la población.
Esta trayectoria cambiante de bando político es una de las críticas más recurrentes de sus adversarios: Sichel comenzó su carrera política como militante democristiano bajo el alero de dirigentes bien anclados a los núcleos de poder de la colectividad, pero tras quiebres internos pasó a la formación de derechas Ciudadanos.
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“El partido es caníbal, cada vez que aparece un nuevo liderazgo lo destruyen”, decía en 2015 tras terminar 15 años de militancia en la Democracia Cristiana.
En adelante, Sichel, nacido en el seno de una familia modesta y con una infancia marcada por la inestabilidad y la precariedad material, según sus propios relatos, incluidos graves episodios de violencia machista de su padrastro en contra de su madre, pasó al mundo privado, área donde afirmó sus vínculos con el mundo empresarial y en la que se mantuvo por ocho años.
Fundó medios de comunicación, un estudio de abogados y se desempeño, entre otros cargos, como director de Asuntos Públicos de la agencia Burson-Marsteller, firma donde trabajó con Financial Group, AFP Cuprum y Autopista Central, entre otras compañías.
Ese pasado como lobbista ha sido uno de los blancos preferidos de sus adversarios rumbo a La Moneda (sede del Gobierno).
DE FAVORITO A ACTOR SECUNDARIO
Sichel comenzó la presente carrera presidencial con la ventaja de ser la candidatura que más aportes para financiación había cosechado, con más de 930 millones de pesos (por encima del millón de dólares).
Sin embargo, el financiamiento de campañas anteriores sería por donde sus esfuerzos para llegar a la primera magistratura chilena empezarían a hacer aguas.
Un reportaje de CNN Chile y Chilevisión puso en la mira su campaña a diputado de 2009, donde habría recibido financiamiento irregular por parte de empresas pesqueras, uno de los sectores más cuestionados del país por casos de cohecho con exparlamentarios condenados.
El golpe fue tan duro que su coordinador de campaña, Cristóbal Acevedo, renunció a su cargo tras ser apuntado como uno de los responsables en aportes por cerca de 97 millones de pesos (casi 120.000 dólares).
Además, tras presentar una postura rígida en contra de los retiros anticipados de fondos de pensiones tramitados en el Congreso, se supo que él mismo había accedido a los dineros, lo que puso en tela de juicio su credibilidad y coherencia, en palabras de sus adversarios.
Sichel pasó de ocupar los primeros puestos en las encuestas a aparecer relegado a terceros y cuartos lugares, posición desde la que denunció a fines de octubre un “chantaje” de su propio sector para girar a la derecha, luego de que militantes de la Unión Demócrata Independiente (UDI), con los que pactó en las primarias, desconocieran el acuerdo y se pasaran a la campaña del ultraderechista José Antonio Kast.
“No voy a aceptar el chantaje de aquellos que quieren que me transforme en algo que no soy, en una persona intolerante, de extrema derecha”, declaró entonces.
Hoy Sichel intenta mantener viva su candidatura, pese a lo que algunos llamaron una capitulación simbólica.
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