Las elecciones presidenciales de Brasil son el domingo 2 de octubre, una fecha tan cercana que el actual mandatario que ya piensa en la reelección, Jair Bolsonaro, no se puede dar el lujo de rodearse de tanta polémica como a la que estuvo expuesto las últimas dos semanas. ¿O sí?
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El primer escándalo ocurrió el 22 de junio, cuando la policía capturó a Milton Ribeiro. El exministro de Educación -que prometió luchar contra el “marxismo cultural”- dejó el despacho luego de ser acusado de extorsionar y demandar pagos a alcaldes a cambio de darles recursos. La denuncia vino acompañada de un audio en el que se le escuchaba decir que Bolsonaro pedía tratos especiales para Gilmar Santos y Arilton Moura, pastores evangélicos asiduos a Palacio que ahora también están tras las rejas. El mandatario no se dio por aludido y, ese fin de semana, asistió a una marcha evangélica multitudinaria.
Peor miércoles fue el de la semana pasada. Primero se supo que Pedro Guimaraes, expresidente del banco público Caixa Económica Federal y aliado de Bolsonaro (viajaron juntos a la Asamblea General de la ONU en el 2021), renunció a su cargo. La razón: cuenta AFP que un grupo de mujeres lo denunció por acoso verbal y manoseos en “distintos ámbitos laborales”. La Caixa sostuvo “no tener conocimiento de las” acusaciones.
Y, para el final de esa jornada, el gobernante no pudo evitar tropezar. El Tribunal de Justicia de Sao Paulo volvió a fallar a favor de la periodista Patricia Campos Mello, del diario “Folha de Sao Paulo”. El caso data del 2018, cuando ella publicó un informe sobre la circulación de información falsa en las elecciones de ese año y el presidente desestimó su investigación al hacer eco de un rumor que afirmaba que Campos ofreció sexo a cambio de información. Ahora Bolsonaro deberá pagar US$6.700 por daños morales al descalificarla con ofensas machistas y sexuales.
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Pero lo que haría temblar a cualquier Gobierno parece no afectar la gestión del líder de ultraderecha. Luciana Santana, doctora en Ciencia Política e investigadora del comportamiento político, sostiene que tampoco a sus posibilidades de reelección. “Porque, en paralelo, consiguió aprobar en el Senado Federal un ‘paquete de bondades’ con las que amplió los beneficios sociales a las poblaciones más vulnerables, así como a los camioneros y taxistas para que enfrenten el aumento de los combustibles. Su propuesta superó el techo del gasto público, pero fue posible luego de que se declarara el estado de emergencia nacional”.
La medida es vital para los intereses del oficialismo. Vale recordar lo dicho por el Instituto Datafolha: según su sondeo publicado el jueves 23 de junio, Luiz Inácio Lula da Silva tiene un 47% de intención de voto, mientras que Bolsonaro se queda con el 28%. Santana comenta: “Hay otras encuestas que muestran una diferencia menor, pero esto no significa que la disputa esté definida. La campaña real comenzará en agosto y es muy probable que, así como con el ‘paquete de bondades’, el Gobierno Federal y Bolsonaro busquen estrategias similares para cambiar la situación”.
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Lo que se viene
“Estos escándalos no son tan importantes -dice Moisés Marques, politólogo de la Fundación Escuela de Sociología y Política de Sao Paulo-. Las personas que votan por Bolsonaro son hombres muy religiosos y moralistas con un rango de ingreso medio y alto. Para ellos, personas como Pedro Guimaraes no son bandidos, sino héroes. De igual forma, no tienen problemas con la matanza de indígenas”.
En respuesta, agrega el especialista, Lula da Silva se presentará como un defensor de la democracia. Bolsonaro le ha dado argumentos: el mandatario no ha dejado de cuestionar la legitimidad del sistema de votación y tampoco se cansó de denunciar la posibilidad de fraude. De hecho, como denuncia el “New York Times” y a pesar del sinsentido, “los líderes de las fuerzas armadas de Brasil han comenzado repentinamente a plantear dudas similares sobre la integridad de las elecciones”.
De allí que Lula haya dicho: “Bolsonaro sabe que su problema no son las urnas electrónicas. Su problema es el pueblo brasileño, es por eso que mandó varias medidas para dar dinero [...]. En realidad, su propuesta es un proyecto electoral. Él cree que puede comprar al pueblo”.
Al respecto, Marques recuerda que el presidente suele tener un 25% de intención de voto que siempre lo acompaña en las encuestas. “Este beneficio social puede agregarle muchos votos más, pero también un problema fiscal para el próximo Gobierno”.
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“Él está atando de manos al próximo jefe de Estado. Quien lo suceda ya está comprometido y retroceder en este tipo de medidas es muy difícil”.
Por el momento, lo que debería seguir en la carrera por el cargo es la aparición de muchas ‘fake news’, que le bastaron a Bolsonaro para ser elegido en el 2018. “Mientras tanto, el Gobierno seguirá mostrando sus programas como si fueran más atractivos, una forma de mostrarle a la población que tienen buenos resultados. Ese maquillaje puede convencer a parte del electorado”.